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En ella Benoît Peeters desgrana la vida, obra y trabajos de Georges P. Remi, más conocido bajo el pseudónimo de Hergé.

Se trata de una obra cuidada, muy completa, casi se podría decir que definitiva, en la que comparten protagonismo Hergé y Tintín, creador y personaje.

No en vano se afirma en el prólogo que la vida y existencia de ambos están inextricablemente unidas, hasta casi confundirse. Son 600 páginas apasionantes con abundante material inédito, revelaciones y detalles entresacados de los archivos y dTintine entrevistas personales que encantarán a los tintinófilos.


De entre los cómics infantiles y juveniles, los europeos Tintín y Asterix y Obélixdestacan por vender respectivamente más de 200 y 400 millones de ejemplares y, es opinable, con mucho mayor atractivo e interés que sus equivalentes del otro lado del atlántico.

A través de los 24 álbumes de Tintín se refleja no solo el pensamiento de Hergé, como se explica en la mencionada biografía, sino que también se describen muchas de las realidades del siglo XX.

El lector sigue los pasos del incansable reportero del diario ‘Le Petit Vingtième’ recorriendo los cinco continentes: en El loto azul visita la China del opio;  en Tintín y los pícaros se verá envuelto en la guerra civil de una minúscula república bananera; se topará con los colonialismos en el Congo y el país del  Oro Negro; se sumergirá en el lago de los tiburones, visitará islas encantadas, se adentrará en misteriosos templos de egipcios e incas, también ascenderá a las montañas del Tíbet en busca del Yeti y hasta a la mismísima Luna viajará nuestro intrépido reportero junto a su inseparable Milú y a sus amigos. Secundarios cómicos como los desastrosos Hernández y Fernández, el despistado Tornasol, el capitán Haddock…

Tintín es un personaje único, romántico, idealista, audaz y perspicaz que ha hecho soñar a millones de jóvenes con épocas pasadas que ya nunca volverán. En ese sentido, la polémica siempre ha perseguido a Hergé, especialmente durante los últimos años de vida del autor y tras su muerte.

A Hergé, y a Tintín, se les ha venido acusando de un supuesto racismoimplícito en sus aventuras coloniales, de ciertas simpatías fascistas, de mostrar crueldad contra los animales, incluso, de misoginia, pues al parecer son escasas las mujeres que aparecen en las aventuras.

Tampoco se le ha perdonado la ausencia de cualquier alusión a la sexualidadde un personaje al que nunca se le conoció novia. La lista es tan larga como injusta.

Tintín y Hergé, siempre entrelazados, han generado una amplísima producción bibliográfica; varias series animadas; un puñado de videojuegos en diversas plataformas; algunas adaptaciones cinematográficas, de las que destaca la producida por Steven Spielberg; y hasta un museo como el Musée Hergé de Louvain-la-Neuve, en Bélgica.

Al respecto de la reciente película el secreto del unicornio, pocos saben que la génesis del proyecto se remonta a 1981. Aquel año, en Paris, Steven Spielberg descubrió a Tintín mientras trabajaba en su primera Indiana Jones (que no deja de ser un Tintín mayorcito) y quedó fascinado.

A pesar de leerlo en francés, idioma que desconocía, se dio cuenta de que podía seguir la historia sin necesidad de leer los bocadillos, el libro (era Las siete bolas de cristal) era en sí mismo el storyboard de una película.

La ilusión inicial se topó con una realidad harto complicada, pasaron años de proyectos interrumpidos, anuncios precipitados y vaivenes con los derechos… además, Spielberg no quería rodar dibujos animados y no se contemplaba grabar actores de carne y hueso. No parecía viable, sin embargo, todo cristalizó con el estreno de Avatar. La técnica del motion capture y el 3D hicieron posible el milagro de dar vida a Tintín, a lo grande. Mezclando las historias de varias aventuras, con muchísima acción y alcanzando un éxito de público digno de mención.

Al fin Tintín era descubierto y conquistaba al público norteamericano y, por ende, al de todo el mundo.

A la espera de que Peter Jackson ruede una segunda parte, los tintinófilos volveremos nuestros ojos a las viñetas imperecederas dibujadas al estilo tradicional por Hergé.

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