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Muchos años antes de que tantos animadores españoles fueran fichados por Pixar o por Dreamworks, de que Raúl García y Manuel Sicilia se atrevieran a hacer El lince perdido (2008) o de que triunfara en las taquillas Las aventuras de Tadeo Jones (2012), hubo una primera época dorada del cine de animación español y sucedió durante los primeros años de la dictadura de Francisco Franco.


El Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) ha programado el ciclo Del trazo al píxel. Más de 100 años de animación española desde el 7 hasta el 15 de septiembre y, gracias a estas 8 sesiones comisariadas por Carolina López, del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), los neoyorquinos podrán descubrir cosas de España que muchos españoles no sabían.
Podrán ver, por ejemplo, el filme español Garbancito de La Mancha (1945), primer largometraje en color realizado fuera de Estados Unidos y gran éxito de taquilla. También podrán entender cómo antes de que en 1943 el No-Do monopolizara los minutos previos a cualquier proyección de cine, ese espacio era territorio de una floreciente industria del cortometraje de animación español que era, además, bastante irreverente. Todo ello restaurado en una iniciativa del CCCB con Acción Cultural Española.

“El régimen lo que necesitaba era tener a la gente un poco. La animación era perfecta y en Estados Unidos funcionaba (…); pero el cine de animación requiere muchísimo esfuerzo, así que los cortos eran perfectos. Y en el momento en el que se armó la maquinaria de la propaganda, el No-Do ocupó ese espacio y ya no tenía sentido producirlos”, explica López. El ciclo llamó la atención del MoMA y fue programado en el museo neoyorquino. “Nos atrajo por su calidad artística como por su contenido. Quizá por ser animación, Franco consideró este género menos amenazante, menos real. Pero los artistas en aquella época lanzaban discursos verdaderamente inteligentes”, asegura el comisario del MoMA Ron Magliozzi.

Aquellas piezas estaban creadas por historietistas de revistas satíricas que dieron el salto al nuevo formato, y en Nueva York se verán, entre otras, El Fakir González buscador de oro (1942), de Joaquim Muntañola o El cascabel de Zapirón, del creador de Zipi y Zape, Josep Escobar. Y, efectivamente, tienen tendencias mucho más osadas que la animación de la época.

“El Fakir González nunca hubiese pasado la censura de Disney. Se va a Nueva York, naufraga y en la isla desierta se encuentra con unas sirenas a las que devora de cintura para abajo, con todas las implicaciones caníbales y sexuales que ello implica”, ejemplifica López. En otra de las piezas de este personaje, esta vez en África, acabará casándose con la hija negra del jefe de la tribu. “En Disney no se vio una pareja interracial hasta Pocahontas”, en 1995, matiza la comisaria.

El caso de Garbancito de La Mancha fue distinto, no solo porque mostraba una ideología totalmente afín al régimen y contaba con una financiación superlativa incluso para un largometraje de animación real (casi 4 millones de pesetas de la época), sino también porque fue un éxito mayúsculo y generó una especie de protomerchandising que hizo a la productora catalana Balet y Blay ganar mucho dinero, cimentando así una incipiente industria de la animación.

La propia López asegura que la película tiene un valor más testimonial que cinematográfico, pero esa no es la opinión de la hispanista y autora del libro Le cinéma d'animation en Espagne (1942-1950), Françoise Heitz. “No me gustan muchos análisis que se han hecho de Garbancito, fustigando que toma la ideología del niño modelo franquista. También tiene muchos valores, si no, no hubiese tenido el éxito que tuvo. Hay escenas encantadoras, a la altura de algunos de los mejores números musicales de Walt Disney”, explica en entrevista telefónica desde Reims (Francia), y apunta que, no en vano, después se intentó repetir la fórmula sin éxito con Alegres vacaciones (1948) y con la cinta que hundió definitivamente el leve entramado industrial con su fracaso: Los sueños de Tayi-Pi (1952).
El ciclo Del trazo al píxel se vio en el propio CCCB el año pasado y también pasó (y fue premiado) por el festival Annecy (Francia). Incluye también el primer filme animado español La araña de oro (1908), de Segundo de Chomón (aunque de producción francesa), el largometraje de la popular familia Telerín El mago de los sueños (1966), así como interesantes proyectos del siglo XXI, para López “la verdadera época dorada de la animación española. Entre ellos, Alma, de Rodrigo Blaas, que actualmente está dirigiendo la serie de animación de Guillermo del Toro para Netflix Trollhunters.

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