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-Literalmente, lo mató la gente. Al segundo Robin lo mató la gente.

-Pero, ¿cómo es posible?

-¿No lo sabe? Lo sabe todo el mundo. Lo mataron por teléfono.

Es la clase de cosas que salen a colación en una charla con Iván Fernández, de 38 años, de Barcelona, ilustrador, dibujante de cómic y profesor. El segundo Robin, o bien Superman, o bien… O bien Linterna Verde:

-Fue la época en que DC empezó a tocar temas serios, las drogas, por ejemplo. En ese número, Linterna Verde y Green Arrow hacen un viaje por la América profunda y ven cómo es EEUU: la destrucción de las tierras de los indios, el fanatismo religioso, las drogas, la explotación de los inmigrantes…

-Entiendo. Todo menos material ligero.

-Mire, a mí lo que más me gusta de los superhéroes no es que sean superhéroes, ni que hagan cosas asombrosas, ni la ropa que llevan. Es la interacción con la gente, con la sociedad que los rodea. 'Spiderman', por ejemplo.

-¿Si?

-En los años 70, las historias de 'Spiderman' reflejaban las revueltas estudiantiles, Vietnam, las drogas, y la gente las compraba por eso: porque eran un reflejo de lo que sucedía en la realidad. Veías a Peter Parker en la universidad, relacionándose con las chicas, con problemas para llegar a fin de mes… Y eso, que fueran unos héroes tan humanos, era algo que gustaba mucho.

-¿Siempre sintió debilidad por los superhéroes?

-Diría que sí. Cuando tenía 8 o 9 años empecé a comprar cómics, lo que podía: 'Mortadelo', 'Zipi y Zape'… Y sobre todo superhéroes. Entonces los cómics los comprabas en los quioscos, las colecciones que iban saliendo, y era un problema porque a veces el quiosquero no tenía el siguiente número.

-¿Lo privó de algo importante?

-Pues sí: por culpa suya me tiré unos años sin el último número de una serie de 'Batman', 'Una muerte en la familia'. Donde el segundo Robin muere a manos del Joker.

-¿No lo había matado la gente?

-Le explico: al final del segundo número no se sabe si Robin había muerto. Está en poder del Joker, recibe una paliza, el sitio explota y no se sabe si vive o muere. Entonces el editor toma una decisión inédita: hacer una encuesta telefónica, que los lectores decidan. Y la gente decidió matarlo.

-¿Por qué?

-No caía bien. Los guionistas habían hecho un Robin peleón y quejica para diferenciarlo del primero, y a la gente no le gustaba. Y lo mataron. Lo triste fue eso: que entre la vida y la muerte, la gente eligió la muerte.

-Pero al final consiguió ese número.

-Claro. En el 82 abrieron Antifaz y empecé a ir allí. Y luego, explorando, encontré esta tienda, Vértice, que es donde compro siempre. A los hijos de este señor les pago yo la universidad.

-Es lo que se dice un coleccionista.

-Pues sí. Para desgracia de mi mujer, sí.

-Hablemos de su trabajo. El mercado americano, ¿no?

-Sí. Para editoriales como Dark Horse, IDW y DC.

-¿Hay mucha competencia?

-Mucha. En España no hay mercado del cómic, así que tienes que buscarte la vida afuera. Aparte de la japonesa, la industria más solvente es la americana, y ahí tienes que competir con todos, porque todos quieren trabajar para ellos: brasileños, indios, rumanos... Gente de todo el mundo.

-O sea, que depende de los encargos.

-Sí, y eso también es complicado. Los americanos aprecian mucho el estricto cumplimiento de los plazos, y eso implica trabajar fines de semana, festivos, alguna que otra noche. Como la mayoría de los dibujantes trabajan como 'freelance' para las editoriales americanas, el volumen de trabajo es muy irregular.

-Supongo que lo compensa con su trabajo de profesor.

-La verdad es que la supervivencia económica no solo viene dada por mi trabajo de profesor, también por mi mujer. Muchas de las cosas que he hecho o que voy a hacer han sido y serán gracias a ella.

-Una pregunta, ¿no tiene obra propia? ¿No le gustaría publicarla?

-En el mercado americano es muy difícil. Allí no publican historias de autor. Si trabajas para ellos, trabajas con personajes de la editorial. Pero alguna historia sí que he ido desarrollando por mi cuenta, claro.

-Cuénteme.

-Es una historia de ciencia ficción, que es un género que me gusta mucho. Está pensada para el mercado francés. Aún faltan algunos detalles, pero la historia ya está terminada. Veremos qué pasa.

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