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En sus viñetas hay miedo, rabia, enfado, dudas e incertidumbres, esperanza y ternura, dolor, quimioterapia, radioterapia, quirófanos, hospitales y bisturís... y muertes y vida. Y sarcasmo, ironía y humor. Pero, sobre todo, cero autocompasión (no ayuda en nada, aseguran) y cero mensajes de autoayuda. Asumen que la enfermedad es "una putada", "una mala pasada", "mala suerte", huyen del dramatismo y dan una lección de realismo y sinceridad. Rompen así una legión de prejuicios y tabús que suelen acompañar al cáncer. Son autores como María Hernández Martí, periodista y escritora canaria, que escribió unas microhistorias que el dibujante Javi de Castro (Autor Revelación en el pasado Salón del Cómic de Barcelona) ha convertido en tebeo: 'Que no, que no me muero' (Modernito Books). Un título que fue su propia y airada respuesta a un amigo que ya le ponía "la mortaja" cuando ella le contó que tenía cáncer de mama: "¡Te voy a echar tanto de menos!... ¿No me ibas a dar la oportunidad de despedirme de ti?".

Asociar cáncer con muerte es uno de los tópicos más extendidos que rompen las voces de quienes lo superan. "No siempre mueres y, con los avances médicos, cada vez menos. Yo estoy aquí para contarlo", constata el dibujante de cómic Àlex Santaló (Barcelona, 1977), que, alentado por el escritor Marc Pastor y debutando como guionista, volcó su experiencia en '17, vivir, revivir, sobrevivir' (Evolution Comics 2015 y en plataforma Lektu).

UNA CARTA DE AGRADECIMIENTO

Con 17 años superó un tumor testicular en estado avanzado. 17 años después le diagnosticaron otro cáncer distinto. "En ningún momento quise presentar situaciones dramáticas ni edulcoradas. Solo quise explicar cómo lo viví de la forma más real posible y cómo lo vivieron mis amigos y mi familia. Es como una carta de agradecimiento a ellos y a los médicos, de los que casi nadie habla pero que son los que me salvaron la vida", cuenta hoy, ya recuperado.

En el libro -prologado por el exjugador del Barça Eric Abidal, que también superó un cáncer- Santaló confiesa estar "cagado de miedo" y asume que "no hay un porqué". Él se evadía de la realidad con la música, el cine y la lectura de historietas y fantasía, momentos que en el cómic, concebido en blanco y negro, refleja usando el color para mostrar cameos de Batman, Spiderman, La Masa o Alien. "Te dices que le puede pasar a cualquiera pero te preguntas por qué a ti, y podrías pasarte semanas preocupándote por eso. Pero el único consejo que me atrevo a dar es que hay que intentar pasar el tiempo lo mejor posible", señala el dibujante, que recuerda que lo peor de ir al instituto eran "las miradas y comentarios de tristeza y condescendencia".

"EL 'CONSEJISMO' ES TERRIBLE"
"De repente, tu vida está en el aire, estás de prestado, no puedes hacer planes –recuerda María Hernández (Las Palmas, 1970)-. Todos vivimos como si la vida fuera eterna y estando enferma tomas conciencia de que la muerte está ahí. Y cuando tú misma tienes miedo no soportas que la gente se descomponga delante de ti. Pasas mucho tiempo consolando a los demás. La gente en general tiene poco tacto y el 'consejismo' es terrible: toma remolacha, limones, bicarbonato, agua de piña... La gente no es capaz de callar".

Ella siente también "odio asesino" a la "autoayuda, la autocompasión, el 'si tú quieres puedes', el pensamiento positivo...", porque opina que genera falsas expectativas. Con el libro, añade, cuenta su "forma de enfrentarse a la realidad del cáncer" y reivindica "la libertad de cada uno de llevar la enfermedad a su manera y afrontarla con sentido del humor". Esa forma de pensar, que traslada a sus relatos, cautivó a Javi de Castro (León, 1990). "Ella dice 'esto es lo que hay' en los momentos duros, con naturalidad, con humor negro". Por ello, el dibujante quiso ser "lo más fiel posible a los textos" y los enriqueció con la libertad gráfica con que realizó su adaptación, con soluciones distintas e imaginativas para cada una de los 27 minihistorias, protagonizadas por Lupe, personaje tras el que se parapeta Hernández para tomar algo de distancia.

"El cáncer parece que te uniformiza pero en realidad cada uno tenemos reacciones emocionales diferentes –señala la autora-. Y después nada vuelve a ser como antes. Yo enfermé en lo peor de la crisis y tuve problemas económicos y para volver a trabajar, no puedo tener hijos y los tratamientos hormonales afectan a mi salud mental. La gente se preocupa por la salud física pero tú tienes motivos para estás deprimida".

En esta línea desdramatizada firmaba en el 2010 la escritora y activista feminista y lesbiana Isabel Franc (Barcelona, 1955) 'Alicia en un mundo real' (Norma), con dibujos de Susana Martín, donde narraba su experiencia con un cáncer de mama. Y en esa misma línea se enmarca el ejemplo más reciente, 'Historia de mis tetas' (Reservoir Books 2016), de Jennifer Hayden (Nueva York, 1961), que tras superar a los 43 años un tumor y someterse a una doble mastectomía descubrió la novela gráfica de Marisa Marchetto 'Cancer vixen' (Ediciones B 2007) y decidió tomarla de ejemplo. Ilustradora de libros infantiles, debutó pues en el cómic con esta suerte de memorias desacomplejadas donde sus pechos son el hilo conductor de una vida en la que su madre pasó por lo mismo que ella y perdió a su suegra de cáncer de pulmón.   

Pero no solo los enfermos han llevado su testimonio al cómic en primera persona. Hace un año la francesa Marione Fayolle presentaba 'La ternura de las piedras' (Nórdica), una crónica desdramatizada sobre cómo ella y su familia afrontaron el cáncer de pulmón terminal de su padre.

Similares enfoques, francos y realistas, usaron con otras enfermedades sufridas por gente cercana referentes del medio como el suizo Frederik Peeters, que rompió el tabú del sida en 'Píldoras azules', el francés David B, sobre la epilepsia de su hermano en 'Epiléptico', Miguel Gallardo con el autismo de su hija en 'María y yo', y Paco Roca sobre el alzhéimer de su padre en 'Arrugas'.

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