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Este año hablaremos mucho de la mítica revista El Víbora, que en diciembre cumpliría 40 años y que nos descubrió a muchos grandes autores de los 80. Uno de los más importantes fue Andrea Pazienza (1956-1988), considerado el dibujante italiano más importante de estas últimas cuatro décadas, a pesar de su temprano fallecimiento.

Ahora la editorial Fulgencio Pimentel publica el segundo (y último) volumen que recopila su obra más conocida, Corre, Zanardi, las aventuras de un joven inconformista, rebelde, e incluso violento, con el que el artista retrató a toda una generación. Y que, a pesar de los años transcurridos, sigue siendo uno de los cómics más innovadores, rompedores y polémicos de la historia. Que ha influido en gran parte de la historieta posterior y ha sido imitado hasta la saciedad, pero nunca igualado.

Una serie que se publica íntegramente en España por primera vez y que incluye muchísimo material inédito. Y que nos demuestra el talento de un artista en constante evolución, capaz de sorprendernos con cada una de sus viñetas, que van del hiperrealismo a la caricatura, del detallismo al boceto, del color al blanco y negro, de la realidad social al lirismo, de la poesía a la pornografía.

En apenas 11 años de carrera profesional revolucionó el mundo del cómic y destacó en otras artes como la pintura, los carteles de cine, la publicidad, el diseño de portadas de discos, los videoclips...

Destacar también la enorme vitalidad que desprenden las páginas de Zanardi y esa fuerza arrolladora de un joven que quería comerse el mundo. Un joven narcisista enamorado de sí mismo pero, al mismo tiempo, muy inseguro, lo que explica su dependencia de las drogas, que intentó dejar en varias ocasiones.

Viendo estas páginas, uno se pregunta hasta donde podía haber llegado si no hubiera sido porque fue víctima de la plaga de su generación, las drogas, que acabaron con su vida a la temprana edad de 32 años.

Cada página es una sorpresa

Cada página de este segundo volumen de Zanardi es una sorpresa, una revolución… que a veces nos deja incluso descolocados. Porque Andrea Pazienza nunca se acomodó, siempre experimentó. Y nos demostró una vez más que el arte no es técnica ni perfección, sino una búsqueda de nuevos caminos expresivos y estéticos.

Este segundo volumen es una buena muestra de todo eso, ya que en sus páginas vemos al Pazienza más rompedor, inconformista, visionario, aunque quizá también menos provocador e irregular. Un tomo que incluye desde obras alimenticias a otras surrealistas, poéticas o humorísticas.

También incluye una auténtica joya, Zanardi medieval una obra a todo color que quedo inacabada pero de la que Pazienza dejó notas y bocetos que nos permiten descubrir cómo habría acabado la historia.

A veces cuando oímos la palabra clásico nos viene un tufillo rancio y trasnochado, pero os puedo asegurar que ahora mismo no encontraréis ningún tebeo más moderno, original, descarnado, irreverente, transgresor, subversivo, arriesgado y experimental que los de Pazienza. Y este Zanardi es una obra que mezcla arte y experimentación a partes iguales, tanto estética como narrativamente. Además de un poderoso retrato generacional.

Este segundo volumen contiene las historias Corbata, Lobos, Los buenos modales (introducción), Cuore di mamma!, La lógica del fast-food, Cenicienta 1987, Una fábula blanca, Zanardi en la guerra, Zanardi medieval y Zanna, pero la vejez es una Roma.

Alrededor de sus dos terceras partes permanecían inéditas en español. El tomo incluye un prólogo de Rubén Lardín, así como notas biográficas y bibliográficas. La traducción corre a cargo de César Palma, Premio a la Traducción 1996 del Ministerio Italiano de Asuntos Exteriores.

Zanardi, el mal encarnado

El protagonista del cómic es Massimo Zanardi “Zanna”, un joven de 21 años que estudia el último curso de bachillerato y que es, prácticamente, la encarnación del mal: Amoral, violento, aficionado a la venganza y a la extorsión, y que solo busca satisfacer sus placeres más ocultos, entre los que destacan las drogas y el sexo, sea o no consentido. Uno de esos personajes que son tan despreciables como atractivos. Destacar su enorme nariz, que ha sido objeto de innumerables estudios.

En sus fechorías suelen acompañarlo otros dos jóvenes, Roberto Colasanti “Colas”, también de 21 años, y Sergino Petrelli “Pietra”, de 19.

Unos personajes que también le sirvieron para hacer un retrato de su época, los ochenta, en el que la contracultura tuvo más poder y difusión que nunca; sin dejarse dominar por los poderes establecidos y llegando a más gente que nunca (antes o después). Y es que Pazienza también participó activamente en los movimientos sociales juveniles de su época. Una época de ilusión de libertad que, por supuesto, no podía durar demasiado. Pero que nos dejó obras tan fascinantes como esta.

Un artista colosal

A pesar de esa corta carrera que mencionábamos antes, Andra Pazienza se hizo famoso enseguida. Fue gran amigo del otro gran artista revolucionario del cómic italiano de su generación, Tanino Liberatore (RankXerox) y también de otros iconos como Milo Manara o Hugo Pratt.

Al igual que Ceesepe, con sus famosos carteles para Almodóvar, Zanardi también colaboró con el gran Federico Fellini, para el que pintó el cartel de La ciudad de las mujeres. E incluso con Roberto Benigni (La vida es bella), al que ayudó con el guion de su película Soy el pequeño diablo.

Esperemos que este imprescindible volumen, que ya os anunciamos que figurará en todas las listas de lo mejor del año, tenga el suficiente éxito para que se publiquen otras obras de Zanardi que, desgraciadamente, siguen inéditas en España.

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