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Lucky Luke se publicó por primera vez en la revista belga Spirou justo un año después de que acabara la Segunda Guerra Mundial. Muchas cosas han pasado desde entonces (surgió y se desmoronó el bloque comunista, el hombre llegó a la Luna, se separaron Pampita y Vicuña) y todavía hoy las historietas del cowboy creado por el dibujante Morris siguen siendo best sellers en buena parte del mundo.

Al igual que Astérix –otro ícono indeleble del cómic franco-belga–, Lucky Luke ha encontrado la manera de sobreponerse a la desaparición de sus autores originales apostando a la continuidad de los personajes a través de nuevos creadores. En el caso del vaquero de Morris, su histórica casa editorial, Dargaud, posó los ojos sobre Jul, un historietista francés conocido por cómics en los que abordaba de manera súper divertida temas de filosofía y política.

Jul (Maisons-Alfort, 1947) es el responsable de la idea y los guiones de Un cowboy en París, el nuevo álbum de la saga, recientemente publicado en la Argentina por Libros del Zorzal, con los dibujos del ilustrador francés Achdé. Además, la editorial acaba de reeditar Remontando el Mississipi y Billy the Kid, dos clásicos del personaje.
 

El autor explicó cómo se renueva la serie que tiene como escenario original el Viejo Oeste americano y está protagonizada por un pistolero que “dispara más rápido que su sombra” y su inteligente caballo Jolly Jumper, en base a aventuras con altas dosis de humor.

De visita en Buenos Aires, semanas atrás, el francés aprovechó para deambular por los sitios en los que vivió René Goscinny, emblemático guionista de Lucky Luke y padre de Astérix, cuya infancia y adolescencia transcurrió por Recoleta.

–¿Fuiste a invocar la bendición de Goscinny?

–Mirá, yo no soy una persona religiosa, pero sí creo en los pensamientos mágicos, en cierta idea de que hay una línea que nos vincula espiritualmente con nuestros antepasados. Quizás es algo que se explica por mi relación con la cultura china (Jul fue profesor de chino antes de dedicarse a la historieta) o quizás es algo simplemente darwinista, que tiene que ver con la transmisión de información genética a través de las generaciones. Pero lo cierto es que siento algo muy particular con Goscinny, muy espiritual, y por eso aproveché esta visita para ir a los lugares en los que transcurrió su vida en Buenos Aires. De pronto, me fue dada la posibilidad de continuar su increíble legado y ya que estoy aquí le brindo mis respetos y mi homenaje.

–¿Cómo es posible darle un estilo propio a un clásico de la historieta como Lucky Luke?

–Yo aprendí a leer libros a través de Lucky Luke, cuando tenía seis o siete años. Y lo seguí leyendo una y otra vez a lo largo de toda mi vida. Así que me sentí cómodo enseguida dentro de su universo. Pienso que quizás el aporte que le hago al tono que estableció Goscinny es un poco más de ironía y una mayor reflexión sobre temas de la sociedad. Este Lucky Luke sigue siendo cándido y divertido, pero también se hace eco de situaciones que están pasando en el mundo actual.

–¿Te imponés alguna frontera, hay temas de los que no se puede hablar?

–Hay temas como la religión, la política y las diferencias raciales que son muy difíciles de tratar con humor, especialmente en estos tiempos. Hay muchas líneas rojas acerca de qué cosas se pueden tomar para la risa y qué cosas son tabú. Pero yo tampoco quiero hacer historias de Lucky Luke que no hablen de nada importante. Quiero que sean entretenidas pero que al mismo tiempo se animen a rondar temas calientes y que tengan relevancia para los lectores de nuestra época. Mi idea es ir abordando en los futuros álbumes temas muy de la agenda contemporánea como el racismo, el medio ambiente y el feminismo. En Lucky Luke ha habido personajes femeninos fuertes y fuera de los estereotipos, como Calamity Jane, pero creo que hay mucha tela para cortar en este sentido.

–Y también hay cada vez más lectoras de cómics…

​ –Totalmente, hace no tanto tiempo la mayor parte de los lectores de historieta eran varones, pero en los últimos años los cambios han sido increíbles y hoy hay miles y miles de lectoras y muchísimas autoras increíbles. En Francia, actualmente, según cifras oficiales de la industria, el 50 por ciento de los lectores de cómic son mujeres. El universo de la historieta dejó de ser un territorio masculino y es algo que hay que celebrar.

–Al igual que Astérix, Lucky Luke siempre fue una lectura muy transgeneracional, un gusto que pasaba de padres a hijos. ¿Es posible mantener eso hoy?

–Es un desafío, claramente. No es fácil crear algo que pueda ser compartido en familia en una época absolutamente dominada por los teléfonos y las pantallas, y en una manera de consumir entretenimiento y cultura que es cada vez más individual. Cuando volvés a tu casa cada día, lo normal es encontrar que cada miembro de la familia está enfrascado en su pantalla y no es fácil romper esa dinámica. Y creo que historietas como Astérix o Lucky Luke tienen aún la capacidad de construir un territorio compartido entre abuelos y nietos, padres e hijos y hermanos entre sí. Es algo realmente especial y poco común en estos tiempos que corren.

–En tus historietas más personales abordás temas de política, sociedad y filosofía. Hasta hiciste un cómic sobre José Bové, aquel líder antiglobalización francés de la década del 90… ¿Cómo ves el fenómeno actual de los “chalecos amarillos”?

–Fue algo que irrumpió de repente y sorprendió a toda Francia. Y es muy significativo porque se relaciona con cosas que están pasando en muchos lugares del mundo en este momento: los gobiernos de Italia y Hungría, Donald Trump, Bolsonaro, el Brexit… La forma en la que este fenómeno está ocurriendo en Francia es bastante atemorizante, porque si bien muchas de las reivindicaciones de los “chalecos amarillos” son comprensibles, su relato se está volcando hacia el autoritarismo y la xenofobia. Nadie sabe bien hacia donde está yendo toda esta rabia y descontento y mi miedo es que al final aparezca canalizada por algún personaje de extrema derecha estilo Bolsonaro.

–Has sido colaborador de la revista Charlie Hebdo, ¿cómo ha cambiado Francia desde aquella tragedia?

–La sociedad cambió mucho desde entonces. La violencia ha crecido notablemente entre nosotros y si hoy vas a París vas a ver soldados patrullando las calles y las estaciones de tren con armas automáticas, algo que no ocurría antes. Hay una gran separación en la sociedad, también. Tras el ataque a Charlie Hebdo se suponía que lo que se iba a generar era un sentimiento nacional de unidad, pero la realidad es que estamos más desunidos que nunca. Ahora hay una sensación de que cada comunidad vive en sí misma y con un odio creciente hacia los otros. Estamos perdiendo cada día las cosas que nos unían y eso es algo que me entristece y me preocupa mucho.

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