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Una momia inca, con artrosis, disputada por un museo y un zoológico de Bruselas resucita una historieta de Tintín de 1948, provoca disputas arqueológicas y ¿quién sabe? una polémica sobre restitución de bienes culturales y respeto de cadáveres. Tintín, con 24 historias y más de 260 millones de álbumes vendidos sigue siendo, como buen periodista, carne de actualidad.

Ese periodista de unos 20 años creado por Hergé, es, según algunos de los 600 libros que se le han dedicado, un personaje asexuado e ingenuo, acusado sin embargo de racista, misógino y fascista -una militancia que fue, por cierto, la del joven Georges Remi, por añadidura colaboracionista de los nazis que ocuparon Bélgica.

¿El pasado no pasa? Durante el confinamiento, casi cada día circuló en las redes un nuevo pastiche de alguna historieta de Tintín customizada por la extrema derecha. Calmado ese aluvión, un responsable del zoo Pairi Daiza, uno de los mayores atractivos turísticos de Bélgica, se jactaba en Facebook de poseer “la verdadera momia de Rascar Capac”. La respuesta del honorable Museo de Arte e Historia de Bruselas (MAH), que también presume de haber inspirado a Hergé, no tardó en llegar. “¿Desapareció la momia Rascar Capac?”, preguntaba irónicamente Alexandra De Poorter, directora interina.

El hallazgo de la momia del museo es adjudicado a un aventurero, el barón Jean-Baptiste Popelaire de Terloo, que recorrió las dos Américas, se casó con una chilena y en Chile halló la momia que donó al MAH.

La leyenda dice que el imperio inca fue fundado por Manco Capac. Hergé aprovechó el “apellido” y se inventó lo de Rascar, convertido por la magia de la historieta en nombre de la momia. En Las siete bolas de cristal, Rascar Capac es el vehículo de una maldición que pende sobre los arqueólogos que lo desentierran.

Conciliador, el responsable de Pairi Daiza respondió con una pirueta.“En realidad, nadie sabe qué momia sirvió de inspiración a Hergé. Lo indiscutible es que la nuestra fue exhibida en 1979 en la exposición El museo imaginario de Tintín, que Hergé visitó”.

Serge Lemaître, conservador del MAH, contraataca: “La momia del zoo fue comprada por un coleccionista belga en 1960, mientras que Las siete bolas de cristal fue publicada en 1948, y la momia aparece con las rodillas replegadas, como la nuestra”. Y añade que otros tesoros del museo “como la estatua chimú que aparece en La oreja rota avivaron el ingenio de Hergé”.
Se ha dicho que la creación es un 10% de inspiración y un 90% de transpiración. Y Picasso precisó: “que la inspiración te encuentre trabajando”. Philippe Godin, experto en la obra de Hergé, hace de Salomón: ni zoo ni museo. “Las primeras representaciones de Rascar Capac se basan en ilustraciones del Larousse de la época. Y ese modelo de esqueleto, traído del Perú por Charles Wiener (1851-1913), se encuentra hoy en el museo Quai Branly, de París”.

En fin, el antropólogo Eric Crubézy prefiere elogiar la intuición del artista. “Con Rascar Capac, Hergé puso el dedo en la llaga: la relación entre el cadáver y el arqueólogo. Un tema cuya importancia solo se apreciará casi medio siglo después del primer esbozo. O sea: ¿es lícito desenterrar cadáver?

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