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«Hoya de Castalla, sudeste de España. Abril de 1792». Así comienza Yo fui guía en el infierno, la adaptación al cómic por Gerard Miquel de la novela homónima que Fernando Arias publicó en 2004. Una historia que se inicia con este viaje que el botánico valenciano realizó a esta zona del interior de la provincia de Alicante en 1792 para realizar un catálogo de plantas por encargo del rey Carlos IV. Guiado por un joven lugareño, el apacible viaje se convierte en un camino inhóspito que desafía la razón en una aventura fantástica.


Desfiladero Ediciones ha sido la encargada de gestar esta adaptación que el dibujante Gerard Miquel (Alaquàs, 1968), quería afrontar desde hace una década. «Era una época en la que cada vez que leía un libro veía un cómic pero en esta ocasión pensé: Castalla, Cavanilles, las montañas valencianas.. y vi que había muchas posibilidades», señala el autor que ha llevado a viñetas esta road-movie de tintes fantásticos donde La Hoya de Castalla «es el escenario de este western sin vaqueros ni indios, pero donde el paisaje cumple la misma función que en un western».

«Desde Alicante se puede observar una muralla rocosa que corre de poniente a levante, las sierras del Sit y el Maigmó, un rosario de picos y montañas que se extienden por los términos de Castalla y Tibi, entre otros», y tras esas montañas transcurre la acción de esta aventura gráfica, que el dibujante quería que fuera «muy visual» donde las imágenes condujeran la narración.

Amante de la naturaleza y del senderismo, Gerard Miquel ya conocía esta zona, que volvió a recorrer, tanto a pie como en bicicleta. «Este es un paisaje muy mediterráneo, a mí me gusta mucho y las vistas desde lo alto son espectaculares. He ido varias veces, he pasado la noche al raso y es una gozada. Cavanilles, además, es un icono en el mundo del senderismo y me resultaba sencillo pensar qué sentirían él y Ángel (el joven guía) paseando por la Sierra del Maigmó», afirma Miquel, que apunta que en ocasiones utilizaba Google Maps «pero estar allí es otra cosa y en esta zona he aprendido a dibujar la forma de las copas de los pinos».

La niebla del Maigmó, Castalla, las vistas panorámicas del Puig Campana o La Vila Joiosa y el pantano de Tibi son algunas de las pinceladas de este paisaje que se convierte en protagonista. «Tampoco quería hacer algo muy localista, porque yo miro y luego dibujo lo que quiero, pero creo que lo pequeño a veces es lo universal y pienso que sí se transmiten las sensaciones mediterráneas», al igual que el fluir del tiempo pausado en esa época, con esos personajes a lomos de unas mulas, «similar al ritmo que se sigue cuando estás en la montaña, y esa sensación de irrealidad se apoya mucho el paisaje», indica. «La majestuosidad del paisaje, la orografía, dejar las montañas a tu espalda suponía para nuestra pareja protagonista toda una aventura», añade Miquel.

El dibujante señala que Fernando Arias le dio «libertad total» para llevar su historia a viñetas y él, a partir de su estilo, fue puliendo un vocabulario específico para la novela gráfica, el escenario y los personajes, una suerte de Quijote y Sancho donde se encuentran la Ilustración y la Edad Media, «la ciencia y el progreso que representa uno y la superstición o la fabulación del otro», opina.

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