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Considero una feliz idea comenzar con Roberto Bolaño (Santiago de Chile, 1953-Barcelona, 2003) una serie editorial titulada «Random Comics», precisamente porque el chileno es de los novelistas latinoamericanos que mejor conecta con un público juvenil. Por otra parte, son muchas las posibilidades artísticas que se abren con la iniciativa de llevar al lenguaje gráfico algunas grandes novelas. Javier Fernández y Fanny Marín se han dado cuenta de que «Estrella distante» quizá sea la novela de Bolaño que mejor se adapte al lenguaje de la novela gráfica, desde la poderosa idea de un aviador escribiendo designios en el cielo.

Lo primero que advierte el lector es que el texto literario de Javier Fernández y los dibujos de Fanny Marín demuestran conocer muy a fondo la literatura de Bolaño. No en vano, Javier Fernández tiene publicado un libro sobre la relación del escritor chileno con la novelística norteamericana. La poderosa imagen que encuentra el lector nada más abrir el libro, un barco que bien podría ser el Pequod, surcando un mar embravecido, conecta directamente conMelville. Se presenta como una pesadilla, en la que adviene de inmediato la figuración de Bolaño como narrador, con sus gafas redondas, una transfiguración donde está todo el universo más grato a este escritor. «Estrella distante» es Bolaño en estado puro, porque conecta el mundo de «Los detectives salvajes», con su universo de poetas malditos, y ese otro tema que ideó en su obra «La literatura nazi en América».

La estética a la que Fanny Marín se adscribe en su dibujo es la expresionista, con explícitos homenajes a Francis Bacon, por lo que elige el blanco y negro y una atmósfera desasosegante que conviene a la tremenda temática del terror de asesinatos perpetrados por ese poeta-aviador, que comienza siendo el poeta autodidacta Alberto Ruiz-Tagle y transmuta en el aviador Carlos Wieder, colaborador de los asesinatos de la dictadura chilena que acabó con Allende.


Maridajes asesinos

La verdadera encarnación del doble -un Jekyll y Hyde, que personificó muy la idea de la conversión del crimen en un trasunto estético- nos lleva a ese gran tema que Bolaño se atrevió a contar: las conexiones entre ciertos movimientos de la vanguardia y sus connivencias con ideologías fascistas y nazis. Bolaño se dio cuenta de que tal maridaje, sobre el que ha escrito también Patricio Pron, no es asunto solamente europeo. Anidó en las dictaduras del cono Sur. Ha sabido J. Fernández resumir en textos breves escenas de amplio significado, y es notabilísima la manera como Fanny Marín trata los espacios, donde sobresalen esas habitaciones vacías, que nos llevan a la nada, a ese horror que comunica con el silencio. El cómic ha acertado a decir muy bien la almendra semántica de una de las mejores novelas de Bolaño.

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