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Considerado uno de los mejores cómics noir de los últimos años, Balas perdidas (La Cúpula) es una modélica serie independiente que el norteamericano David Lapham (Nueva Jersey, 1971) viene desarrollando desde 1995, cuando creó una editorial, junto a su esposa Maria (también editora), para poder contar sus propias historias protagonizadas por una serie de personajes a los que el destino siempre pone al límite (como en las mejores historias de serie negra) de ahí el título de Balas perdidas, porque siempre están a punto de perder el control.

Una serie que fue un éxito instantáneo de crítica, ya que en 1996 le valió el Premio Eisner a Mejor guionista/artista (una categoría a la que ha sido nominado en otras cinco ocasiones). Sin embargo, a pesar de que la calidad de la serie, no ha contado con el apoyo masivo del público, por lo que Laphman ha tenido que alternarla todos estos años con otros trabajos para grandes editoriales como Marvel o DC, menos interesantes pero mejor pagados. E incluso estuvo a punto de tirar la toalla.

Pero desde hace unos años, la cosa ha cambiado y Lapham ha vuelto a la serie con renovadas energías, dando como resultado nuevas y apasionantes historias como la que recoge La Cúpula en el quinto volumen de la serie: Balas perdidas. Hazañas y travesuras, que se acaba de publicar en España acompañado del relanzamiento del primer tomo: Balas perdidas. La inocencia del nihilismo. A los que seguirán los otros en breve. Una fantástica oportunidad para disfrutar, desde el principio, de una de las mejores series de género de las últimas décadas. Un cómic imprescindible.

El regreso de Virginia Applejack

Nada más comenzar la serie, en el segundo número (ambientado en 1977), conocíamos a Virginia Applejack, una niña de Baltimorre que salía del cine de ver, por séptima vez, La guerra de las galaxias, y a la que un macabro acontecimiento le privaría de su niñez, ya que contemplaba un asesinato ordenado por un mafioso.

Un crimen que le haría crecer y convertirse en una niña problemática, que soñaba con ser la enemiga pública número uno, y que se enfrentaría a la pandilla de la clase, que le propinaría una paliza casi mortal. A partir de ahí, Virginia emprende una huida que le hará escaparse de casa en busca de un lugar en el que encaje. Pero la violencia siempre la perseguirá. Y Virginia acabará convirtiéndose en el alma de la serie.

En su camino se encontrará con un montón de personajes enfrentados a situaciones límite que suelen terminar en estallidos de violencia. Una violencia que no suele estar protagonizada por gángsters sino por gente más o menos normal enfrentada a esas situaciones que les obligarán a pelear por sus vidas. Y que vuelve a reavivar el debate sobre las armas en los colegios.

En este quinto tomo, Hazañas y travesuras, encontramos a Virginia Applejack de vuelta a Baltimore en los años 80, viviendo de nuevo con su madre. Intenta dejar atrás la espiral de violencia en que se ha convertido sido su vida, pero no lo conseguirá, ya que su escuela está dominada por dos bandas enfrentadas entre sí. Una trama que denuncia la violencia en los colegios y el acoso escolar.

La escalada de violencia a su alrededor crece por momentos y aunque Virginia ha aprendido a hacerse respetar en estos años; hay cosas que ni ella puede controlar. Por si todo eso fuera poco, aparecerá un asesino aficionado a la mutilación conocido como "El dedos".

Una lectura apasionante

Lo mejor de Balas perdidas es su retrato de personajes. Lapham se toma su tiempo en presentarlos a todos y en describir cómo son, cómo se sienten y por qué actúan como actúan. Destacando, por supuesto, Virgina Applejack, que sigue intentando encajar en el mundo, que ya ha madurado y que sueña con una vida normal. Una vida por la que estará dispuesta a pelear.

Destacar también el tempo y la narración, con un suspense perfectamente medido y una tensión que va aumentando página a página hasta el estallido final de violencia. Pero lo mejor es ese in crescendo que nos hace imposible dejar la lectura, como en las mejores novelas de suspense.

Lo curioso es que Lapham tampoco tire de los referentes de casi todos los estritores de serie negra como Dassiel Hammett o Raymond Chandler. Su estilo es más terrenal, menos literario, menos pomposo, más naturalista y mucho más apegado a la realidad. Sus personajes podrían ser gene que conocemos y a los que una situación extrema los lleve al límite sin saber cómo van a reaccionar.

Y a veces también hay momentos más de terror que de serie negra.

Recordad que esta quinta entrega inédita en España, Hazañas y travesuras, llega a las librerías acompañada de La inocencia del nihilismo, primer tomo de la saga galardonado en su día con un premio Eisner. Y que muy pronto se reeditarán los tres restantes. Una obra maestra del género negro.

Si las novelas de serie negra siempre han sido una lectura ideal para el verano, Balas perdidas es el mejor cómic noir que encontraréis para combatir los calores veraniegos.

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