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Al igual que pasa en la literatura y el cine, la Luna ha llamado la atención de los cómics. Desde sus mismos comienzos ha habido personajes que han querido viajar a nuestro satélite. Así, uno de los sueños del Pequeño Nemo de Winsor McCay le llevaba a la Luna, en un viaje fantástico en el que se nota la inspiración de George Méliès.

Otros intentaban ser menos fantásticos y más creíbles, menos Méliès y más Julio Verne. Hergé, que solía documentarse a fondo para sus tebeos, echó mano de la especulación científica de la época para poner en órbita a Tintín en «Objetivo: la Luna» y «Aterrizaje en la Luna». El resultado es una historia sin selenitas ni monstruos, en la que la tensión la ponen sabotajes, fallos mecánicos y escasez de oxígeno; un enfoque casi visionario, teniendo en cuenta que estas historias se publicaron antes del lanzamiento del Sputnik 1.

Además de científicamente acertados, estos dos álbumes son tan entretenidos como cualquier otro protagonizado por el célebre reportero. Seguramente por ello el cohete rojo con cuadros blancos creado por el profesor Tornasol es uno de los elementos más reconocibles de la iconografía tintinesca.

Un detective en el espacio

Una vez empezada la carrera espacial se desató la fiebre y las historias de ciencia-ficción se extendieron a los tebeos más inesperados. Hasta Dick Tracy acabó viajando al espacio y teniendo de nuera a una «Doncella Lunar», que fue víctima de un criminal cuando se vio que aquello no pegaba ni con cola en las aventuras de un duro policía de Chicago.

Y resulta curioso cuál fue el primer personaje de cómic que estuvo cerca de llegar realmente a la Luna, al menos en nombre: Snoopy. Charles M. Schulz era un gran admirador del programa espacial, colaboró con dibujos promocionales y dio permiso a la NASA para usar gratis la imagen de sus personajes, así que su famoso perro dio nombre al módulo lunar del Apolo 10 (que hizo un descenso a pocos kilómetros su superficie), cuyo módulo de mando se llamaba Charlie Brown. Aún hoy en día el módulo Snoopy sigue en algún lugar del espacio, orbitando el Sol, y la NASA continúa entregando los premios «Snoopy de Plata» a quienes contribuyan a mejorar la seguridad o el éxito de una misión.
Cuando Armstrong y Aldrin pisaron finalmente nuestro satélite, era inevitable que algún personaje de cómic les siguiera de cerca. Stan Lee hizo que los Cuatro Fantásticos evitasen un ataque de los alienígenas kree al Apolo 11 en el número 98 de su serie, publicado en mayo de 1970. Y no eran los únicos superhéroes que estaban allí, ya que años más tarde una historia de viajes en el tiempo puso a Hulk ante las mismas narices de Neil Armstrong. La Luna ha estado muy concurrida en los cómics de Marvel. En ella habitan los Inhumanos (más conocidos ahora por el batacazo de su adaptación en Netflix) y también Uatu, el Vigilante, un ser encargado de levantar acta de todo lo que sucede en la Tierra. Además, sobre su superficie se desarrolló –al menos en los cómics, no así en la reciente adaptación cinematográfica– la batalla que condujo al desenlace de una de las historias más importantes de los X-Men, «La saga de Fénix Oscura».

Firmado, Clark Kent

En comparación, DC ha prestado menos atención a la Luna, si bien la Liga de la Justicia tuvo allí su base durante algunos años, para gran fastidio de Batman, que nunca tuvo muy claro qué murciélagos pintaba él allí arriba, tan lejos de los oscuros callejones de Gotham. Sí que ha servido para ser deformada cuando alguien quería dejar un mensaje bien visible. Por ejemplo, el Joker –siempre dispuesto a montar un buen número– usó los inmensos poderes que obtuvo durante la serie «Emperador Joker» para poner su cara en la superficie lunar. Y hasta al mismísimo Superman no se le ocurrió mejor idea que grabar en ella un mensaje de despedida a la humanidad cuando creyó haber contraído un virus mortal durante una historia publicada en 1962; firmando, para colmo, como Clark Kent, lo que hizo que tuviera que borrarlo a toda prisa cuando todo resultó ser un mero catarro con extra de kriptonita. Como ven, la Luna ha dado mucho juego en los cómics, hasta haciendo las veces de «post-it» sideral.

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