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La figura del conde Drácula no podía faltar en la historieta, un área de expresión artística que, con no mucho más de ciento veinte años a sus espaldas, ha incorporado a lo que Will Eisner denominó «arte secuenciado» las figuras más relevantes de la literatura y la mitología universales. Y viene bien utilizar aquí el término «mitología», pues el mito del vampiro instala sus raíces en lo más profundo de la psique, desarrollando como argumento el anhelo de inmortalidad de la especie humana, ejemplificado por una criatura inmortal que se alimenta de la sangre de los demás, vive en letargo durante el día y sale a cazar por la noche para adquirir la condición de un no-muerto como es debido. (Precisamente The Un-Dead, «El no-muerto», era el título que Bram Stoker había pensado inicialmente para su obra maestra, que acabó llamándose Drácula y vio la luz en 1897).

La edad de oro del vampiro en los cómics es posterior a su período de esplendor en literatura. Tomo los datos que siguen de diversas aportaciones extraídas de la red, que en lo que atañe a la cultura popular resulta imprescindible y cada vez más fiable en cuanto a la veracidad de las noticias suministradas. Y me limitaré a citar algunas de las realizaciones tebeísticas ad hoc, pues ser medianamente exhaustivo supondría llenar cientos de páginas. Recomiendo con vehemencia la consulta al respecto del trabajo «Viñetas de sangre. Un repaso a los cómics de vampiros», de Javier Alcázar, inserto en el volumen colectivo Drácula, un monstruo sin reflejo, publicado por Reino de Cordelia en 2012, con motivo del centenario del fallecimiento de Stoker.


Los primeros villanos

Parece que la aparición del vampiro en el mundo de los tebeos no tuvo lugar hasta octubre de 1935, en el número 6 de un cómic llamado New Fun, donde se presentaban las andanzas del Dr. Occult, the Mystic Detective, un personaje que luchaba contra diversos adversarios preternaturales, entre ellos con un vampiro que se hacía llamar Vampire Master. Al final, y después de un feroz combate, el Dr. Occult lograba vencer a su enemigo, clavándole una daga en el corazón.

El primer best seller de la historieta que tuvo a un vampiro como protagonista fue Detective Comics, que en sus números 31 y 32 introdujo una aventura de Batman -personaje creado por Bob Kane en el número 27 de la revista, correspondiente a mayo de 1939-, en la que el Hombre Murciélago se enfrentaba al archicriminal vampírico The Monk (¿homenaje a M. G. Lewis y a su novela gótica del mismo título?). El caso es que el villano secuestró a la prometida de Bruce Wayne-Batman y se la llevó a su castillo en Hungría. Batman la rescató, fulminando con balas de plata a su demoníaco enemigo.
Criptas y tumbas

Un punto y aparte merece el sello editorial EC (Entertaining Comics), que, dirigido por William Gaines en los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado, publicó mitológicas colecciones plagadas de vampiros como Crypt of Terror (después titulada Tales from the Crypt), The Vault of Horror y The Haunt of Fear. La censura, y su mano armada el Comics Code Authority, acabó con las series de EC con el pretexto de que los tebeos de miedo inducían a los adolescentes a cometer todo tipo de delitos. El CCA prohibió taxativamente «escenas que traten de zombis, tortura, vampiros y vampirismo, demonios, canibalismo y licantropía». O sea, la crème de la crème de la literatura terrorífica.

A partir de 1969, el Código censor empezó a resquebrajarse, lo que permitió el lanzamiento de Vampirella, la revista más famosa de vampiros de la historia, con su estrella central, la voluptuosa Vampirella, procedente del planeta Drakulon y dibujada por el inmenso Frank Frazetta. Pronto surgieron muchos cómics que tenían como protagonista al propio Drácula, como The Tomb of Dracula, una larga saga de Marv Wolfman y Gene Colan publicada por Marvel entre 1972 y 1979 y traducida al español por Ediciones Forum. El plot se inspiraba en las fechorías del popular conde transilvano, convenientemente recreado y trasladado a nuestro tiempo. Me complace igualmente recordar aquí una miniserie muy sugestiva de tan solo tres números, auspiciada por Dark Horse Comics y rotulada Curse of Dracula, también obra de Wolfman y Colan, los creadores de la marveliana The Tomb of Dracula.

Manga y anime

En cuanto a la presencia de Drácula en el manga y en el anime, hay que puntualizar que el mito vampírico, de tan gigantesco éxito en occidente por su relación directa con la simbología cristiana de la sangre y de la vida ultraterrena, no tuvo nunca la misma relevancia en Japón. Citaré, sin embargo, la obra maestra Los Vampiros, del genial Osamu Tezuka, en la que se mezcla el mito vampírico con la licantropía. De gran interés es, asimismo, la saga Vampire Hunter D, desplegada en una larga serie de novelas por Hideyuki Kikuchi y convertida en viñetas por otro gran artista gráfico, Yoshitaka Amano.

Para finalizar esta mínima selección, quiero evocar un cómic de 1984 reeditado en 2006 por Jesús Moreno dentro de su magnífica editorial española Sinsentido, hoy desaparecida. Se trata de ¿Drácula, Dracul, Vlad? ¡Bah!, del maestro argentino Alberto Breccia, dibujado en clave humorística y acribillado de alusiones críticas a la Junta Militar argentina.

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