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 Dejó de dibujar a Mafalda cuando la sangre empezó a correr en Argentina. Era 1973 y el país se debatía entre los estertores de la dictadura, el terror de la Triple A y la tercera (y efímera) victoria de Perón. En el 76, golpe de Estado y otra dictadura, la de la Junta Militar. Ese año, Quinose encontró la puerta de su casa abierta a patadas, con todos sus documentos y dibujos registrados. El momento de esa 'muerte simbólica' de Mafalda no es casual. Dejó de hablar. Como buena parte de la sociedad argentina.

Quino, que ha muerto este miércoles en Mendoza (Argentina) a los 88 años, retrató la violencia de los años 70 del pasado siglo en unas tiras ¿cómicas? particularmente duras. Ejemplo: un católico arrodillado ante el confesionario, con el revolver asomando en su bolsillo y cargando con el muerto al que acaba de disparar por la espalda. Así fue el 'otro humor' de Quino: negro y crudo, crítico.

El lápiz fue para él una contundente voz de denuncia social. "Siempre ha sido más fácil dibujar que hablar, soy muy retraído, tímido", confesaba en una de las últimas entrevistas que concedió, cuando apenas podía abrir los ojos (percibía luces, sombras fugaces) y que recoge el corto documental 'Buscando a Quino' del actor y director Boy Olmi.

Sólo dibujó a Mafalda durante nueve años. Pero esa niña rebelde y contestataria, tan universal, eclipsó en buena medida el resto de su obra. Aunque inauguró junto a Copi la tradición del humor gráfico en Argentina, Quino se erigió en el gran maestro del lápiz.

La dictadura y la barbarie humana, el fantasma de la Guerra Civil española, el antibelicismo por encima de todo, la lucha de clases, el drama de la inmigración... Temas universales tratados a través de personajes de trazo simple. De ricos y pobres, de amos y esclavos. Y de Dios, otro de los personajes habituales en sus dibujos. Pero también del tipo común normal y corriente, el de las miserias humanas. Otra viñeta: una familia se junta para celebrar el cumpleaños de la abuela, ya anciana; le hacen regalos, soplan las velas y ríen pero cuando todos se marchan es la abuela, en silla de ruedas, la que recoge la mesa y friega los platos. Detrás de la caricatura naíf, el mazazo de realidad.

Más allá de Mafalda, conviene recuperar al otro Quino, el más importante, el que hizo del humor una filosofía con títulos fundamentales como el primigenio Mundo Quino (1963), Bien, gracias, ¿y usted? (1976), Quinoterapia (1985), Potentes, prepotentes e impotentes (1989), la antología Esto no es todo (2002) o el último Simplemente Quino (2016). Nunca quiso ser un prisionero de Mafalda ni de ninguno de sus personajes. Simplemente fue Quino.

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