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¿Quién dijo que los dibujos animados eran para niños? Es más: ¿quién dijo que los dibujos animados para niños eran para niños? Si han visto recientemente 'Dumbo', quizá entiendan el significado profundo de la última pregunta. Si no, tomen el DVD de esa tierna historia de Disney y deténganse en la escena de los elefantes rosas, cuando el pequeño proboscídeo consume alcohol por accidente y se agarra un 'ciego' que en teoría tendría que ser pesadillesca moraleja contra la ebriedad, pero que se termina siendo oda a los estupefacientes. El 'viejo' Walt, lejos de esa imagen edulcorada que ha ido ganando, era un experto en traumatizar a los niños, como en la transformación de 'Pinocho' en burro o la muerte de la mamá de 'Bambi'. Y aunque la maquinaria Disney se ha ido ablandando con el tiempo, los animadores todavía siguen colando perversiones, como en '¿Quién engañó a Roger Rabbit?' y 'El Rey León'. Por no hablar del terrorismo emocional de Pixar. O de los 'cartoons' de Tex Avery y los primeros de Bugs Bunny.

Pero también existe un mundo de animación destinada específicamente para adultos, que se caracteriza por subrayar los contenidos sexuales, violentos o moralmente 'incorrectos'. ¿Que quizá haya algo depravado cosas de adultos en un formato supuestamente infantil? No es lugar aquí para exhumar a Freud, así que hagamos una somera lista a estas películas a cuento de la presentación en la Mostra de Venecia de 'Anomalisa', de Charlie Kaufman.

En puridad, habría que empezar a hablar del tema con Ralph Bakshi, pero quizá sea 'Akira' el título que más hizo por demoler el estereotipo de la infantilidad a la hora de hablar de cine de animación. Estrenada en 1988, la película de Katsuhiro Otomo metía pandillas moteras violentas, drogas, inquietantes fenómenos paranormales y un escenario apocalíptico ambientado en el Neo Tokio de 2019 (dentro de cuatro años, cuidado). Vamos, que no colaba lo de los dibujos animados si eras menor y tu madre te pillaba viéndola. Aunque empezó como un fenómeno de culto, abrió definitivamente al planeta al 'anime' japonés. Gracias a ella descubrimos que había un mundo más allá de las series japonesas como 'Comando G', que había un señor llamado Miyazaki que hacía películas como 'La princesa Mononoke' o que 'Ghost in the shell' era más cyberpunk que el cyberpunk.

Pero volvamos a Bakshi. Si el checo Jan Vankmajer fue el Méliès de la animación para adultos, el mago que jugó con las posibilidades imaginativas del género, Ralph Bakshi fue el Griffith, el que fijó las bases del lenguaje y demostró su validez industrial. Primero adaptó al cine 'El gato Fritz' (1972), el cómic de Robert Crumb que acercó la contracultura estadounidense a las masas, y se ganó el honor de conseguir la primera película de dibujos animados calificada 'X'. También hizo aquella adaptación de 'El señor de los anillos' (1978) dibujando, fotograma a fotograma, a partir de una filmación con actores de carne y hueso (lo que se conoce como 'rotoscope'). Y luego tiene 'Heavy Traffic' (1973), 'Coonskin' (1975), 'American pop' (1982)... La versión hispana de todo aquello es la descacharrante 'Vampiros en La Habana' (1985), una inaudita película cubana con bien de sexo y sangre. Lo último de Bakshi, de momento es 'Cool World' (1993, traducida aquí con el terrible 'Una rubia entre dos mundos'), en el que hacía de tinta las suculentas curvas de Kim Bassinger.

Richard Linklater, el director de 'Boyhood' también probó suerte con el 'rotoscope' en 'Waking life' (2001) y 'A scanner darkly' (2005), protagonizadas por estrellas como Ethan Hawke, Keanu Reeves, Wynona Ryder, Robert Downey Jr. o Julie Delpy. Historias cotidianas, en un caso, o de ciencia ficción, en el otro, 'ampliadas' mediante las técnicas de animación. Quizás movidos por la aventura de Linklater, otros directores de cine 'convencional' (es decir, de actores reales, porque sus películas no es que sean comunes y corrientes) han dado el salto a la animación. Es el caso de Wes Anderson con 'Fantastic Mr. Fox' (2009), historia zorruna rodada en 'stop-motion' sobre el relato de Roald Dahl. O de Fernando Trueba, que se alió con Javier Mariscal para plasmar en dibujos en movimiento su pasión por el jazz latino en 'Chico y Rita' (2010), que fue candidata española al Oscar a mejor largometraje de animación. Una alianza, la de música y dibujos animados, que ya se había demostrado efectiva en 'The Wall' (1982), dirigida por Alan Parker sobre la denuncia social ("otro ladrillo en el muro", etcétera, etcétera) del disco de Pink Floyd. Martillos andantes, deshumanización... Todo muy ochentero, como 'Heavy Metal' (1981) , que amplió el concepto de videoclip animado con piezas que se movían sobre canciones de Black Sabbath y Journey.

Y ahora que hablamos de denuncia social, es inevitable mencionar 'Persépolis' (2007), adaptación del cómic de Merjane Satrapi sobre su odisea personal en el Irán posterior a la revolución de los ayatolás y su huida de aquel horror. En su caso, se hace verdad esa máxima de Art Spiegelman, de que los dibujos consiguen llegar a lugares donde no se adentran ni el cine ni la literatura. Sin salir de Medio Oriente, 'Vals con Bashir' (2008), de Ari Folman, reproducía igualmente lo irreproducible: el horror de la Guerra del Líbano y las matanzas de Sabra y Shatila. Temas graves y serios que están en el extremo opuesto de 'South Park' (1999), máximo exponente de esa otra corriente de películas para adultos centradas en el humor y las bromas burras.

Pero si quieren una recomendación, véanse 'Las navidades del yonki' (1993), un corto en plastilina de Nick Donkin y Melodie McDaniel producido por Francis Ford Coppola a partir de un relato de William S. Burroughs. A Walt Disney le hubiese encantado.

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