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El cómic vive un auge de las biografías de personajes famosos, especialmente de artistas. En los últimos meses han llegado a las librerías álbumes que cuentan la vida de personajes como Modigliani, Glenn Gould, Van Gogh, Camus, Picasso y Casagemas, Monet, Munch... Se trata tanto de traducciones como de obras de autores españoles.

Algunos hablan aquí del reto que supone, en una temática ya abordada por infinidad de documentales y biografías, la mirada del dibujante, cuyo trazo aporta emotividad e intimidad sin olvidar la faceta creativa del biografiado.

En algún caso, todo comenzó con el encargo de un museo. Como Vincent (Salamandra), de la holandesa Barbara Stok (Groninga, 1970), que se centra en el periodo en que Van Gogh se fue a vivir al sur de Francia, a la localidad de Arlés. Su frustrada amistad con Gauguin, sus difíciles relaciones con la sociedad, sus visitas a prostíbulos, su sentimiento de culpa por ser un mantenido de su hermano... son algunos de los temas, narrados con un trazo muy claro, casi infantil, por el que discurre una historia adulta. Stok, que responde por correo electrónico, comenzó la investigación “leyendo todas sus cartas.

De ellas, seleccioné escenas y pensamientos. Viajé a Arlés y Saint-Rémy para ver dónde vivió. No leí muchas biografías, sólo unas pocas. Baso la historia en su punto de vista”. Dice que “usualmente, trabajo con historias autobiográficas, hablo de mis miedos, trivialidades cotidianas, mi tema central es cómo vivir la vida, cuestiono los valores de la sociedad y me preguntó qué es lo que realmente importa.

En el fondo, Vincent trata esos mismos temas”. Escogió los dos últimos años de su vida porque “hay un montón de cosas ahí: realizó sus mejores cuadros, su sueño de una residencia de artistas, el trágico incidente de su oreja cortada, y finalmente el manicomio. Esperanzas, decepciones... y al final, resignación y consuelo en su obra y la naturaleza”.

En La vida (Astiberri), Tyto Alba (Badalona, 1975) explora la amistad entre Pablo Picasso y Carles Casagemas. Dice que ha introducido pocos elementos de ficción, como “la escena del cementerio, una anécdota mía con un amigo, pero Casagemas estuvo allí con Picasso y tranquilamente podría haber sucedido”.

La narración es enormemente intensa, y muy centrada en las emociones, “pero eso ya estaba en la historia real –afirma–; el suicidio, la depresión de Picasso, la pobreza, la época azul... es una historia traumática”. El sexo, muy presente, es importante porque “es una época en la que la sociedad está muy reprimida y a esa edad hay además una gran confusión.

Picasso se obsesiona por demostrar continuamente su masculinidad, y Casagemas tiene dificultades para ello dada esa represión de la que hablo. Una mente inestable y con baja autoestima se vuelve más confusa todavía. Casagemas está desesperado por ser amado, pero el sexo es algo en lo que es inexperto, le causa una gran angustia dar esa impresión y esa tensión le hace fracasar. Eso le avergüenza, lo siente como una obligación. Debería parecerle muy injusto que una mujer le dejase por eso y tampoco creo que fuera capaz de hablar de ese tema con ella ni con nadie”. Al igual que los biógrafos, tuvo que escoger entre diferentes versiones sobre un mismo hecho, en especial el suicidio de Casagemas, “muy diferente contado por Manuel Pallarés que por Manolo en el libro de Josep Pla”.

La italiana Gorgia Marras (Génova, 1988) se ha atrevido con Munch (Sapristi). En una entrevista por Skype, afirma: “Me han interesado sus litografías y obras secundarias, así como sus diarios íntimos. Pensé que todo el mundo conoce El grito, pero que había un mundo inmenso que permanecía más oculto”. Su decisión fue abordar la historia en blanco y negro –con los recuerdos en tono azulado– porque “se trataba de lo menos conocido. Estamos acostumbrados al sol, al color, pero en aquella época, en Noruega, todo era en blanco, negro y gris, muy frío, un entorno donde la enfermedad y la muerte estaban siempre presentes”.

Se ocupa de un Munch “joven, que creció sometido a unos principios católicos muy rígidos, en los que trabajar rodeado de mujeres desnudas era pecado. Hay una parte de mí que conecta con eso, no he sufrido tanto como él, pero crecí en una familia italiana tradicional y entiendo ese sentimiento de buscar algo mientras la sociedad y tu entorno te pide lo contrario, ese desfase que acaba siendo tu fuente creativa y de dolor, sentir que tú no eres tu dueño. Munch huye, y El grito es el ataque de pánico como reacción a todo eso”.

Ha descubierto en el personaje “una ironía muy particular, que no aparece tanto en sus pinturas, pero sí en sus escritos, y que he intentado transmitir”. En el campo privado, aparece su enamoramiento de una mujer casada, que no supo llevar bien “porque la mujer no podía divorciarse entonces, y Munch no lo comprendió. Era muy moderna, un espíritu libre, demasiado ­para él”.

Otro cómic remarcable es La familia Carter (Impedimenta), de los estadounidenses David Lasky (Washington, 1967) y Frank M. ­Young (Tallahassee, 1963), que reconstruye la biografía de un clan rural que revolucionó la historia de la música en EE.UU. La pobreza es uno de las temas principales, cuenta Lasky por correo electrónico, pues “los Carter la experimentaron, en varios grados, incluso después de haber tenido éxito en la música. Ellos crearon la banda sonora de los años treinta, el country y el rock no se explican sin ellos. Cuando Frank y yo empezamos a trabajar en el libro, la economía de EE.UU. cayó en picado, perdimos nuestros empleos y vivimos en carne propia algunas de las cosas por las que ellos atravesaron”.

La obra muestra la explotación a que las discográficas sometían a los artistas, una situación que siguió vigente todo el siglo XX, “no sólo con los músicos, sólo hay que fijarse en los dibujantes de superhéroes”. Los Carter influenciaron directamente a Woody Guthrie, Bob Dylan, Elvis Presley y, por supuesto, Johnny Cash, que se casó con una mujer del clan.

Lasky admite un elemento de ficción, el manzano plantado por A.P. Carter que va creciendo a medida que pasa el tiempo. Lo más dificil para él ha sido “dibujar la música. ¡Menudo desafío! ¿Cómo se dibuja la belleza y la honestidad que se revelan en las canciones?”.

Otras biografías recientes en viñetas son Modigliani (Norma) de Seksik y Le Henanff; Glenn Gould (Astiberri), de Sandrine Revel; Monet (Norma), de Salva Rubio y Ricard Efa; o Camus (Norma), de José Lenzini y Laurent Gnoni. Todas aportan un tipo de conocimiento distinto sobre estos creadores que sólo el cómic puede comunicar.

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