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Era la época en la que nos dividíamos entre los que leíamos Cairo o Víbora. Esperábamos la salida de las revistas como si fueran las antiguas novelas por entregas por aquello del «continuará». La época de los héroes y los antihéroes, o la de cuando las chicas nos incorporamos a consumir comics. Era la transición y todo valía. Incluso una estética de comic sirve para cartelería electoral, como el cartel realizado por José Ramón Sánchez para el PSOE en 1982.

Parte de esta historia se puede ver en la exposición del ilustrador Daniel Torres, «La memoria del futuro», en la Casa de la Provincia, donde se cuenta la trayectoria de este ilustrador y guionista que en esos años comenzó a trabajar en Valencia, en el grupo al que bautizaron como la «línea clara valenciana», «lo hicieron sin nuestro permiso. Queríamos un estilo que nos diferenciara y salió así, un grafismo muy depurado».

Su primera revista fue todo un clásico, «Víbora». «Terminé Bellas Artes y recién colgados los pinceles, cogí unas páginas y me fuí a Barcelona. Entré en la redacción del Víbora y José María Berenguer cogió mis páginas, y no sólo eso, sino que me pidió más. Fue un regalo».

Su primer personaje fue Claudio Cueco un detective de serie negra lleno de humor e ironía. Del «Víbora» a «Cairo», donde crea «Opium», hasta que y luego pasó a Cimoc. En 1983 llega su mítico personaje «Roco Vargas» con el que lleva más de treinta años y para el que ha creado últimamente, «Júpiter», que dicen es su creación más ecológica.

Los dibujantes sabían de la «guerra» entre los lectores, «nos decían: los que publicaban en Cairo son de la línea clara, los de Víbora, de la línea chunga. Era un chascarrillo divertido. Pero es verdad que los dos retrataban muy bien la época de España. El comic fue una de las imágenes de la Transición. Muchas instituciones políticas hicieron cosas con estética de comic, porque era lo que gustaba».

En la exposición, dibujos, bocetos y reproducciones que nos transportan en ocasiones a la época dorada de las revistas, una época que no volverá, «eso dicen los editores, que no es comercial. Yo tengo mi apuesta personal, y es que si saliese una revista, me pondría a publicar. Tengo nostalgia de esa época. Marcaba una forma de hacer, plazos de entregas, línea editorial..., había que entregar ocho páginas al mes, hasta acabar las 48. No se podía estar sin publicar». Mueren las revistas y Daniel Torres se pasa al álbum, algo que ya se hacía cuando se acababa las series en las revistas.

Los ilustradores españoles estaban entre los mejores. De hecho, Daniel Torres trabajó durante más de veinte años con editores de Estados Unidos, en series como «Sandman Mystery Theatre» para Vertigo y también lo hace con Alan Moore en «The Spirit». «Aquelo era la primera división. Trabajar en Esados Unidos es muy difícil».

Sigue dibujando a mano, «no uso el ordenador. Lo digital es una revolución mala porque ha permitido que gente que no está formada como ilustrador, con un programa accesible, se convierta en «pseudoilustrador», y eso ha hecho mucho daño. No son ilustradores, es falso, pero se cargaron el mercado. Yo mantuve que lo analógico iba a volver, que querían ilustraciones hechas a mano...,, pero no acaba de volver».

Su último álbum ha sido «La casa», un fantástico y depurado trabajo, al que sigue un nuevo proyecto sobre Picasso, titulado «Picasso en la guerra civil». «Es el poder mágico de la viñeta, poder hacer otra vida. Picasso dijo que le hubiera gustado luchar a favor de la República, y entonces se fabricó una vida falsa y le encargó a un dibujante que le hiciera esta historia. En mi álbum voy a contar justo ese episodio y la relación entre ambos. Me he divertido mucho».

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