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La historieta de Jean-Claude Mézières lleva muchos años colgada en Internet, léanla. Es breve, pero intensa. Sobre todo significativa y simbólica. Cuenta la historia de unos delincuentes del futuro que tienen que redimir pena, tras ser sorprendidos alrededor de un alijo de droga, haciendo un servicio militar de quince años en los confines del universo. Les dan un minuto para decidirse. Uno de ellos, el protagonista, acepta.

El discurso patriótico que se respira en la nave en la que se embarca no ha cambiado en cuarenta años. Se dirige a defender la libertad, está amenazada la democracia. Su objetivo, sin embargo, será exterminar aborígenes cualesquiera. Al final, el criminal se ha convertido en un hombre de provecho. Condecorado, se casa, tiene un hijo y funda un hogar. Es decir: obedece.

El autor captó perfectamente no solo un mensaje político que ya olía a cadáver putrefacto tras la guerra de Vietnam, sino el servicio que le podían prestar la fantasía y la ciencia ficción y los géneros de evasión. De ahí esta sátira, ácida e irónica, que ha sido arrollada por los tiempos, cuando la propaganda política de la "defensa de la democracia" con intervenciones sangrientas en terceros países llegó a límites hilarantes en el siglo XXI con, por ejemplo, la segunda guerra de Irak. Mézières hizo el servicio militar en Argelia, sabía de lo que hablaba.

Mientras la ficción e incluso los juguetes, y por supuesto los videojuegos, se iban acoplando al mensaje del poder, Mézières supo descojonarse de todo ese entramado y, gracias a los Humanoides Asociados, el genial gremio de dibujantes formado por Dionnet, Drullet, Farkas y Giraud aka Moebius, pudo dibujarlo, publicarlo y que así estas viñetas dieran la vuelta al mundo.

Es una historieta sencilla, pero también crucial para el género. Para empezar, por su influencia. Dave Gibbons, dibujante de Watchmen, dijo que en su momento fue un impacto cuando la leyó, que fue antes de adentrarse en Valerian, su gran personaje, el héroe de la ciencia ficción en cómic francés y una revolución en el género. Para Gibbons, la influencia de Mézières le sirvió para desdramatizar sus dibujos. Darles una parte de interés y profundidad, pero también siempre un toque de caricatura.

Mucho se ha hablado también de la influencia que pudiera tener la obra de Mézières en la saga de Star Wars. En el caso de esta historieta, fue publicada en Estados Unidos un mes antes del estreno de la primera entrega de la trilogía clásica y un año antes había salido en Europa. El propio autor, en su página web tiene un espacio dedicado a las similitudes entre su obra y la de George Lucas. Como los bares de la galaxia donde alterna Han Solo, la congelación en carbonita, el bikini de la princesa Leia, el diseño del Halcón Milenario y múltiples personajes, incluido Darth Vadder con y sin casco.

Space punks apareció en las páginas de Metal Hurlant y fue elegida para el lanzamiento de su homóloga en el mercado estadounidense, la revista Heavy Metal, cuyo primer número se tiró en 1977 con contenidos de los diez primeros números de la francesa. Fue un proyecto de Leonard Mogel, el editor de la revista de humor National Lampoon. El concepto de la ciencia ficción francesa, donde se surcaba la galaxia pero había sexo por todas partes, era algo novedoso en Estados Unidos.

En España llegó en 1981. A un mercado en plena revolución, pero todavía con la estrechez de miras propia del olor a cerrado de los nichos culturales, así lo expresaban en su primer editorial: "Sabemos que existen quienes no toleran la irrupción de estos aires si no pasan por sus vetustas tuberías y sus reprimidas canalizaciones, y quienes se aprovecharán de la herencia de ignorancia sobre los comics dejada por las últimas décadas para captar adictos a su contra-contestación".

Dentro de la revolución de la ciencia ficción europea, la semana pasada hablamos de Pravda y Jodelle deudoras de Barbarella, es preciso citar también al aludido Valerian de Mézières y el guionista Pierre Christin, dos creadores que se conocieron en un refugio antiaéreo durante la II Guerra Mundial.

Mézières siempre ha rechazado adscribir a Valerian en ningún movimiento político real, pero ha admitido que la ciencia ficción tiene un gran valor para realizar crítica social  y que, en el caso concreto de su personaje, muchas veces lo que ha tenido presente a la hora de plantear sus aventuras ha sido el colonialismo y, sobre todo y desde los primeros números, el ecologismo.

Estilísticamente, hay que tener en cuenta que cuando ellos empezaron a hacer cómics de ciencia ficción, estos eran mejores que el cine. Todavía no se había estrenado 2001: Odisea en el espacio y los decorados y efectos de las películas que había dejaban mucho que desear. Era más intensa la experiencia entre viñetas. La serie empezó a publicarse en Pilote en 1967 y hay que entenderla como algo más que un cómic, de su estética fueron derivando las películas que han marcado el género y la época. Del mismo modo, como demostró en la historieta que traemos a colación, no solo dominó la estética, Mézières también se hizo con el mensaje, supo reírse de él y avisarnos de que detrás de las navecitas y los rayos podía encontrarse con facilidad propaganda fascista.

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