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Todo empezó con una película terrible. La cosa del pantano, dirigida por un intocable del terror, Wes Craven, el padre de Freddy Krueger. Aquella lamentable adaptación hizo que DC Comics desperezara al personaje y que lo pusiera en las manos de un veintiañero con fama de virtuoso llegado de las islas británicas. Aquel veintiañero se llamaba Alan Moore y lo que hizo con el maltratado hombre-planta es historia indeleble del cómic.

Lo que es menos historia es la mujer que estaba tras ese hito, la que movía los hilos para iniciar una revolución que, como reconocía Frank Miller o Paul Levitt el año pasado a este periódico en conversaciones informales, fue cambiar el cómic norteamericano para siempre. Iniciar una revolución en temas, hondura y calidad artística que es perfectamente comparable a la Nouvelle Vague o su explosiva mímesis en el Nuevo Hollywood de los setenta, capitaneado por Coppola, Scorsese, De Palma, Lucas, Spielberg y cía.

Esa revolución se llamó igual que otro mito de la cultura, el Vértigo de Alfred Hitchcock, y fue capitaneada por la editora Karen Berger. Vivió con esplendor veinte años, los noventa y la primera década de los 2000, ofreciendo tebeos inolvidables como lo fueron Los libros de la magia, 100 balas, La fuente y más que ninguno Sandman, amén de reediciones de clásicos como la etapa de Alan Moore de La cosa del pantano o V de Vendetta o los propios de Grant Morrison, Animal man y Doom patrol.

La segunda década de los 2000 y los múltiples cambios que han sacudido —aún en pleno seísmo— al mundo del cómic tambaleó a Vértigo. Hasta muy reciente fecha, en la que se ha anunciado un auténtico renacimiento del sello con un buen puñado de nuevas series. Pero Vértigo fue y es lo que Berger soñó hace 25 años, en un mundo de viñetas poblado por superhéroes y sus eternas batallas, un paréntesis para aquellos lectores que buscan otra clase de hondura en los tebeos sin renunciar por ello a un imaginario de envergadura.

Esta pasada semana, en el marco de las XXIII Jornadas Internacionales del cómic de Avilés, dos autores de fuste de Vértigo, el guionista Mike Carey (Sandman presents: Lucifer, Sandman presents: Petrefax) y el dibujante R.M. Guerá (Scalped), homenajearon los 25 años de Vértigo y a su creadora durante una mesa redonda. Ambos llegaron a Vértigo antes como lectores que como escritores. “Yo por aquel entonces era periodista en medios pequeños y recuerdo que fue precisamente escribiendo una reseña del primer número de Sandman de Neil que me di cuenta de la enorme revolución que se estaba gestando en el medio.”

Guerá precisó más los cimientos artísticos que singularizan a Vértigo y su propuesta, asemejándola a un gusto mucho más europeo por lo artístico: “Yo tuve una infancia singular por crecer en Yugoslavia y allí está muy claro que algo interesante es mucho mejor que algo generalista. Cosas que están bien se han hecho muchas en la historia; pocas realmente interesantes. Vértigo, y por eso su supervivencia era tan importante, era uno de esos pocos lugares donde las historias siempre tenían algo interesante. Para mí, representaba lo más europeo que había en Estados Unidos.”

Vértigo, para Carey, nació de una hipérbole: “Se creyeron que en nuestras islas había 58 millones de Alan Moore, y eso, a mí también en lo personal, nos vino muy bien. Venían año a año a ver a quiénes se llevaban”. Fue así, los Berger y Levitt del momento rastrearon las huellas que explicaran una obra de la magnitud de Watchmen y se encontraron con lo que Berger describió, en una entrevista para el canal televisivo Syfy, como una “vibrante escena underground”. Revistas como 2.000 A.D. o Warrior eran las trincheras en las que autores de la talla de Garth Ennis, Neil Gaiman, Grant Morrison, Mike Carey o el propio Moore se batían el cobre. Un filón a explotar por un mercado americano sobresaturado de superhéroes. Y una oportunidad de DC Comics para ofrecer algo que su competidora de siempre, la Gran M, nunca ha logrado sublimar: el tebeo de autor con alcance de fenómeno de masas. Guéra lo define de manera sucinta: “En Vértigo hubo corazón. Todo el mundo lo daba todo. Es algo que en Marvel no ha pasado mucho.”

Pero no fue algo inmediato, como recuerda Carey. “Los primeros cómics de Vértigo [como La cosa del pantano de Moore] llevaban el sello de DC Comics porque el sello en sí no existía. Fue Karen Berger la que se dio cuenta de que estaban publicando una serie de cómics que compartía un espíritu, una sensibilidad entre sí. Y ello le llevó a crear el sello que podía englobarlas a todas. Karen creó Vértigo por entero, era su visión”. Carey abundó en el papel esencial de esta editora en pavimentar una continuidad en una apuesta tan experimental, tanto por el trabajo que hacía en primera persona como por la cultura que transmitía a sus compañeros de edición: “Si nos fijamos en la lista de los grandes editores de Vértigo, nos damos cuenta de una cosa: todos empezaron como asistentes de Karen Berger. Axel Alonso, Will Dennis, Shelley Bond… Todos aprendieron sus instintos editoriales de ella. Era una suerte de linaje”.

El legado de Berger ha dejado un poso palpable que ha tenido una continuidad incluso más allá de Vértigo. Guéra ve en la editorial indie del momento, Image, la gran heredera de este espíritu: "Para mí es el futuro del cómic. Es una editorial de pocas personas, infinitamente menos que DC Comics o Marvel o, si nos vamos a Europa, Glénat. Ellos se encargan de dos cosas, marketing y distribución. Como autor, desde luego, incurres en muchos más gastos, pero también ganas luego mucho más. Yo creo que tienen mejor futuro que DC o Marvel porque en estas editoriales se siguen usando ideas porque en el pasado funcionaban. Jamás he creído en eso. Nadie puede tener certezas en el cómic sobre qué va a funcionar. Lo único que se puede poner es el esfuerzo." Además, Image coincide con la estrategia multicultural de gigantes como Netflix, apostando por equipos de guionista-ilustrador inusuales como el que conforman por ejemplo la española Emma Ríos como guionista y la malaya Hwei Lim en Mirror.

El cómic atraviesa por un momento particularmente tumultuoso. En ventas y en cuestionamiento ético, con una terrible tormenta bajo el hashtag Comicsgate amenazando en el horizonte, un colectivo de exaltados de extrema derecha que quieren dinamitar la diversidad en cómics y crear una industria paralela que lleve a la praxis sus ideas retrógradas. Entre otras cosas, ridiculizando a las mujeres que se dedican a la viñeta, como hicieron acosando a un grupo de editoras de Marvel por subir una foto a Instagram para celebrar su compañerismo. No está mal recordar que el momento más crucial de la historia del cómic contemporáneo se le debe a una mujer. Una mujer con una visión muy clara, que recordó en el día más duro, hace seis años, cuando dejó marchar su Vértigo tras 20 años de maternidad: "Estoy increíblemente orgullosa de haber creado un hogar para que guionistas y dibujantes puedan contar historias progresistas y provocadoras que ampliaron los horizontes del tebeo". Exactamente eso es lo que hizo.

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