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 En los años 70, la simple idea de competir contra el imperio de los personajes de Ibáñez era, más que una temeridad, un imposible demostrado. La editorial Bruguera, sabedora del tirón de, claro, Mortadelo y Filemón, pero también de Pepe Gotera y Otilio, Sacarino, Rompetechos y tantas y tantas otras creaciones del dibujante, decidió olvidar toda su tradición de décadas para lanzarse en plancha a explotar hasta extremos de difícil comprensión a los personajes. Equipos de dibujantes trabajaban día y noche para producir más y más historietas, dejando la calidad a un lado y olvidando que la editorial había sido cuna de los momentos más memorables que el cómic había tenido en los duros años del franquismo.

Si hubo alguna edad de oro creativa en esa oscura época, fue la explosión de creación, de vitriolo corrosivo que protagonizaron los Cifré, Escobar, Conti, Peñarroya y Vázquez en los 50; pero, dos décadas después, el oro era real ante el monopolio casi absoluto de Bruguera en los quioscos que poblaban por entonces la geografía de las ciudades. Como mucho, sobre todo si eras un recién llegado, lo máximo que podías hacer era aceptar algún encargo para rellenar los pocos huecos que la todopoderosa editorial de Mortadelo dejaba.



Jan se había formado como dibujante en la Cuba castrista, a la que llegó con su padre, trabajando primero para revistas infantiles y, después, en la potente animación cubana donde coincidió con Juan Padrón, aprendiz y luego amigo, al que enseñó esa capacidad para la expresividad y la ironía que le aupó a figura de las revistas y animación cubanas. Pero la situación en el país comenzó a empeorar y decidió volver a España, donde intentó conseguir un lugar en ese escenario tan complejo de los últimos años de la dictadura. En 1973 logra uno de esos escasos encargos de Euredit, editorial que le propone realizar parodias de famosas películas y personajes.

Historietas cortas de cuatro o cinco viñetas que, englobadas bajo el nombre Humor del siglo XX, dieron luz a nuevas versiones de los clásicos como Franciscostein, Tarzanilo, King Tongo y Superlópez, un timorato y bigotudo funcionario que recordaba más a un apocado López Vázquez que al musculoso kryptoniano de la editorial DC, siempre soñando con emular al famoso Superman. Jan intentó precisamente con este personaje entrar en Bruguera, pero sólo logró incorporarse a la rueda de dibujantes anónimos que se dedicaban a cualquier trabajo: de dibujar aventuras apócrifas de los personajes de Escobar e Ibáñez a realizar las adaptaciones de las primeras series japoneses que arrasaban en televisión, como 'Marco' o 'Heidi'.

 Pero Superlópez, medianía en las viñetas, tenía la moral a prueba de bombas de un superhéroe y, finalmente, tuvo su oportunidad: a raíz del éxito de la adaptación al cine protagonizada por Christopher Reeve, la editorial aprueba darle una oportunidad al personaje. Jan, más expresivo que nunca con los lápices y ayudado por Francisco Pérez Navarro en los guiones, dio a luz a una sátira descacharrante del mocetón de la gran S: las primeras historias cortas del personaje son una parodia canónica de los tópicos del superhéroe, que traslada los escenarios del Daily Planet de Metrópolis a una oscura oficina de una reconocible "Parchelona" preolímpica, donde Juan López trabaja junto a su novia Luisa Lanas y su amigo Jaime, que desconocen que su compañero es el gran Superlópez.

El éxito fue inmediato, amplificado después con las delirantes aventuras de El Supergrupo, donde el torrente satírico de Efepé y Jan se extendía para incluir en nómina a los equivalentes de los héroes más poderosos de Marvel y DC. El Capitán Hispania, El bruto, La chica increíble, Latas y el Mago se unen al bigotudo superhombre hispánico para lograr lo imposible: una serie que pudiera hacerle frente al éxito de los personajes de Ibáñez. La fórmula filosofal es ahora evidente: unir la hábil utilización de los referentes del género de superhéroes, que Efepé domina y exprime para atraer tanto a los aficionados como a los que buscan simple diversión, con la expresividad berlanguiana del trazo de Jan, que consigue en cada gag que sus personajes se salgan de las viñetas.

 Las páginas de la revista Mortadelo albergan un auténtico duelo de titanes con el nuevo y pujante personaje, que pasará a ser de autoría completa de Jan poco después, introduciendo argumentos más conectados con la sociedad y siguiendo los intereses de su autor. Comienza una etapa gloriosa con aventuras como 'Los alienígenas' o 'Los Cabecicubos', que lograrían que Superlópez alcanzara el Olimpo particular brugueriano: primero, con una serie propia de recopilatorios dentro de la mítica colección Olé!; después, con una cabecera propia que aparecería en 1985. El giro más comprometido del personaje funciona y cada nueva entrega es esperada con ansia por cada vez más fans, pero el hundimiento de la editorial Bruguera fue tan espectacular que ningún superhéroe pudo salvarla: apenas un par de meses después de la aparición de la revista Superlópez, la mítica editorial catalana cierra, siendo adquiridos todos sus fondos y personajes por el grupo Zeta, que renombra la empresa como Ediciones B.

En esta nueva singladura, el protagonismo de Jan y de su creación será evidente: junto al relanzamiento de Mortadelo, se recupera la cabecera de Superlópez, dejando claro que el emporio sentimental de los aficionados era cosa de dos. Jan sigue creando sin pausa, mirando siempre a la actualidad desde una mentalidad progresista de compromiso social que le hace plasmar en sus páginas temas de actualidad como los desahucios o la telerrealidad desde una postura reflexiva que va mucho más allá del gag aprovechado. Manteniéndose fiel a su estilo de humor basado en la extraordinaria gestualidad de sus dibujos, sus historias entran en una línea mucho más seria que la de sus inicios, que se consolida cuando el personaje deja las revistas –tras el cierre de su cabecera y una vuelta temporal al refugio de Mortadelo– para seguir siendo fiel a su cita de dos álbumes anuales.

Jan consigue crear, con más de 80 álbumes, un discurso coherente y definido, tanto en contenidos como en estilo gráfico, que es admirado y copiado por multitud de jóvenes dibujantes que se declaran sin pudor como sus discípulos. De hecho, no es difícil ver la influencia de su dibujo y su estilo en cualquier serie de humor actual, demostrando que la huella de la gran 'S' en el pecho de Superlópez perdurará para siempre en el cómic español.


Enlace articulo original:  https://www.revistagq.com/noticias/cultura/articulos/superlopez-historia-comic-espana-estreno-pelicula/31841

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