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Esqueletos brotando de sus tumbas, cuerpos decapitados, esposas asesinadas o asesinando a sus maridos, vampiros y alienígenas y científicos loquísimos y... Todo eso y mucho más a todo color en páginas temblando en manos de niños que miran y leen con el más regocijado de los espantos. Mientras tanto, los adultos inquietándose por los efectos de las radiaciones de toda esa tinta color rojo derramándose en revistas como «Tales from the Crypt», «The Vault of Horror», «Weird Fantasy» o «The Haunt of Fear». Todas ellas -entre los años 40 y hasta mediados de los 50- con el sello de Bill Gaines y su EC Comics. Siglas primero de la Educational Comics y después -cuando se asumió que no eran muy «educativos»- de la Entertaining Comics.

Todas ellas de pronto en la mira del psicoanalista Fredric Wertham advirtiendo acerca de «la seducción de los inocentes» y de que «comparado con los efectos nocivos de estas publicaciones lo de Hitler fue obra de un principiante». Y, sí, muchos de los seguidores de Wertham eran congresistas quienes enseguida crearon el moral Comics Code para la preservación de lo que entendían eran mentes en formación en riesgo de ser deformadas. De ahí a sesiones inquisitoriales transmitidas por televisión donde se juzgaba en vivo y en directo a un anfetamínico Gaines (creador también de la satírica y demencial «MAD») y quema de revistas y prohibición de su venta y casi la destrucción de la industria transcurrieron apenas unas pocas viñetas.


Malos tiempos para ser raro

David Hajdu (New Jersey, 1955) cuenta esa historieta en este exhaustivo pero apasionante «La plaga de los comics» (Es Pop ofrece en su «web» edición potenciada con el complementario catálogo de portadas «Los comics de la plaga» a cargo de Óscar Palmer). Profesor de periodismo en la Columbia University -quien ya dedicó libros al «jazzman» Billy Strayhorn, a la prehistoria de Bob Dylan y su relación con las hermanas Báez y Richard Fariña, y al poder de ciertas canciones-, Hajdu es un especialista en la exploración de los pliegues más secretos en los Grandes Temas. Así, aquí descubre y reivindica a las víctimas creadoras y menos conocidas de la caza de brujas de entonces. A la vez que rescata la figura de la casi secreta Janice Valleau Winkleman, una de las pocas mujeres en un elenco de machos delirantes.

Lo sucedido entonces fue algo -explica Hajdu- «tan triste como extraño». «Eran malos tiempos para ser raro», comenta uno de los dibujantes entrevistados por el autor. Pero enseguida, claro, los raros acabaron ganando la guerra con la llegada de los mucho más transgresores y psicodélicos años 60. Antes de todo eso -puntuado por onomatopéyicos EYYYYYYYYYARGH!s-, he aquí el diario de batalla de lo que fue según Hajdu «uno de los más encarnizados conflictos entre la juventud americana y sus padres». Tiempos en que un «Help! Help!» brotaba de los labios de una joven semidesnuda manoseada por un zombi. Pedido de auxilio que poco tiempo después saltaría a las gargantas de todos aquellos que cantaban «Help!» junto a unos hoy inmortales The Beatles.

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