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La temporada de cómic viene cargada de dramatismo, ya sean vidas tristes, la crónica de un grave accidente, el drama de la guerra y los refugiados o una enigmática tragedia cósmico-evolutiva.

«Rusty Brown». Chris Ware. Reservoir Books. Barcelona. 360 páginas. 34,90 euros. Apabullante. No hay mejor manera de describir a Chris Ware. Cada vez que publica un nuevo cómic, autores, lectores y críticos respiramos hondo y nos preparamos para afrontar algo genial, monumental, complejo y durísimo para el ánimo. Todo esto se confirma con «Rusty Brown», que une tres historias interconectadas que Ware había publicado en los últimos 16 años (aunque ninguna había aparecido hasta ahora en España) con una cuarta inédita.

Se confirma que Ware retrata como nadie vidas pequeñas, patéticas, llenas de una profunda insatisfacción que amarga a sus protagonistas: Rusty, su padre, su amigo Chalky, Jason Lint –el matón del colegio–, la profesora Joanne Cole... Ware los disecciona a todos, nos deja ver sus pensamientos, sus miserias, sus obsesiones. Pero también se confirma que, con los años, Ware se va «ablandando»; si en su anterior trabajo, « Fabricar historias», ya concedía un margen a una pequeña felicidad, un resquicio de esperanza para los personajes, aquí la historia inédita (la de la profesora) es la que tiene una protagonista más agradable, más buena. Cuando empatizamos con ella no lo hacemos a nuestro pesar. La tristeza sigue ahí, pero la sensación de constante vergüenza ajena se va desvaneciendo.

Quizá por ello, esta última historia es también en la que Ware experimenta menos formalmente. Eso sí, los diseños de página siguen estando planeados al milímetro, de forma casi arquitectónica, marcando el tiempo y con una inmensa atención al detalle. Pero no recurre a la narración en paralelo como en la historia de Rusty y Chalky, ni reduce las viñetas hasta el punto de la claustrofóbica «William Brown», ni se apoya en juegos gráficos (esquemas, cambios de orientación de las páginas, diferentes tipografías...) como hace en la dedicada a Jordan Lint. De hecho «Joanne Cole» puede ser lo más «sencillo» (y haría falta poner esa palabra entre muchas más comillas) que ha hecho Ware en muchos años.

Pero aún simplificando así, Chris Ware sigue siendo –volvamos al principio– absolutamente apabullante. Si es el mejor autor de cómics del mundo es una cuestión de gustos, pero sin duda es el más exigente, el más complejo. Sus obras se quedan en la mente del lector durante mucho, mucho tiempo.

«En otro lugar, un poco más tarde». David Sánchez. Astiberri. Bilbao. 84 páginas. 16 euros.David Sánchez le debe mucho a Daniel Clowes en lo que se refiere a su estilo de dibujo: limpio, sumamente preciso, de colores casi planos, perfectamente planificado. Pero el rumbo que han tomado sus historias es otra cuestión. Sánchez lleva desde el principio de su carrera embarcado en un viaje muy personal que le lleva a lugares cada vez más extraños. Los seres inhumanos que aparecían en sus primeras historias de conspiraciones y siniestros experimentos ya se han independizado, se han establecido por su cuenta. En su anterior cómic, « Un millón de años», ya se liberaban del tiempo presente. Ahora, «En otro lugar, un poco más tarde», se liberan de nuestro planeta y de nuestro lenguaje, poniéndonos cara a cara con un universo casi místico, en el que nosotros nos sentimos los intrusos, los alienígenas, los otros.

Quizá por ello, esta última historia es también en la que Ware experimenta menos formalmente. Eso sí, los diseños de página siguen estando planeados al milímetro, de forma casi arquitectónica, marcando el tiempo y con una inmensa atención al detalle. Pero no recurre a la narración en paralelo como en la historia de Rusty y Chalky, ni reduce las viñetas hasta el punto de la claustrofóbica «William Brown», ni se apoya en juegos gráficos (esquemas, cambios de orientación de las páginas, diferentes tipografías...) como hace en la dedicada a Jordan Lint. De hecho «Joanne Cole» puede ser lo más «sencillo» (y haría falta poner esa palabra entre muchas más comillas) que ha hecho Ware en muchos años.

Pero aún simplificando así, Chris Ware sigue siendo –volvamos al principio– absolutamente apabullante. Si es el mejor autor de cómics del mundo es una cuestión de gustos, pero sin duda es el más exigente, el más complejo. Sus obras se quedan en la mente del lector durante mucho, mucho tiempo.

«En otro lugar, un poco más tarde». David Sánchez. Astiberri. Bilbao. 84 páginas. 16 euros.David Sánchez le debe mucho a Daniel Clowes en lo que se refiere a su estilo de dibujo: limpio, sumamente preciso, de colores casi planos, perfectamente planificado. Pero el rumbo que han tomado sus historias es otra cuestión. Sánchez lleva desde el principio de su carrera embarcado en un viaje muy personal que le lleva a lugares cada vez más extraños. Los seres inhumanos que aparecían en sus primeras historias de conspiraciones y siniestros experimentos ya se han independizado, se han establecido por su cuenta. En su anterior cómic, « Un millón de años», ya se liberaban del tiempo presente. Ahora, «En otro lugar, un poco más tarde», se liberan de nuestro planeta y de nuestro lenguaje, poniéndonos cara a cara con un universo casi místico, en el que nosotros nos sentimos los intrusos, los alienígenas, los otros.

«El día 3». M. Á. Giner Bou / C. Durán / L. Ballester. Astiberri. Bilbao. 216 páginas. 18 euros. Astiberri reedita la obra que acaba de ganar el Premio Nacional del Cómic. El día 3 se refiere al 3 de julio de 2006, fecha en la que un tren del metro de Valencia descarriló matando a 43 personas. Miguel Ángel Giner Bou y Cristina Durán (quienes ya tenían experiencia con los reportajes en cómic, habiendo usado ese formato para contar su experiencia con la parálisis cerebral de su hija Laia) adaptan un libro de investigación de Laura Ballester que huye del morbo del desastre para centrarse en las víctimas y sus familias y en su lucha contra un olvido personificado por las autoridades, más preocupadas por la imagen de la ciudad que por su sufrimiento.

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