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Milo Manara es el dibujante de mujeres. Las ha pintado miles de veces, todas ellas como si fuesen odaliscas modernas, unas Venus al cómic. Manara ha creado su propio sello erótico-artístico, anclado en un voluntario clasicismo, más elegante que explícito. Las chicas Manara son un género en sí mismas. Pero últimamente ya no las desnuda, al contrario: les pone hasta mascarilla. Desde que empezó el confinamiento, el dibujante italiano está pintando una galería de ilustraciones a la acuarela para rendir homenaje a las nuevas heroínas: la policía, la cartera, la enfermera, la conductora de ambulancia de la Cruz Roja, la limpiadora del hospital...

«Son tantos los trabajos indispensables», escribe Manara en la ilustración de su bella, casi poética, barrendera. A los pocos días de que Italia decretara el confinamiento, Manara quiso rendir un tributo a los sanitarios, como tantos otros artistas. Y dibujó una serie de retratos dedicada a una enfermera:casi como viñetas de una historieta sin palabras. Pero pronto empezó a fijarse en otro tipo de heroínas anónimas,las que realizan cualquier profesión esencial.

Manara no se olvida de ninguna mujer. Ni de la cajera del supermercado, ni de la rider que cruza la ciudad en bici bajo la lluvia para entregar un pedido, ni de la camionera con jeans y cazadora. «Estos días, si Italia continúa funcionando, también es gracias a ellos», recuerda Manara -que vive en el Véneto, una de las regiones más azotadas por la pandemia- en el pie de su bella camionera. Porque sus mujeres siempre son bellas. Y poderosas. Aunque se ha especializado en marcar sus curvas, incluso con uniformes anchos desprenden esa sensualidad marca Manara. Una sensualidad que nace de los ojos y la mirada (ya que sus habituales labios voluptuosos están cubiertos por la mascarilla).
«Gracias a quien trabaja poniéndose en peligro por nuestra seguridad», destaca Manara en la ilustración de una carabinieri. La serie de madonas modernas que cuelga en Facebook e Instagram desde el 15 de marzo bien podría titularse Coraggio (coraje), como el vídeo-montaje que hizo de la dura jornada de una enfermera, que acaba con la cara amoratada por las marcas de la mascarilla (como banda sonora escogió el aria de Handel Lascia ch'io pianga interpretada por la soprano Roberta Invernizzi).

Las chicas Manara nacieron hace casi seis décadas. Y le deben mucho a la Barbarella de Jean-Claude Forest, que descubrió mientras estudiaba Arquitectura en la Universidad de Venecia. Tuvo una una especie de revelación epifánica. Tras publicar su primer cómic, Genius (1968), que ya era combinación de noir y erotismo, aparcó la carrera. Pero para acabar de entender la mirada -y el estilo- Manara hay que ir al Prado o a los Uffizi: uno de sus grandes referentes es La Venus del espejo de Velázquez (le suele atribuir el mejor culo de la historia del arte) y hasta en las santas de Caravaggio encuentra una velada sensualidad. A Caravaggio le ha dedicado su última obra, una hermosa biografía a la acuarela en dos tomos (en España, la publica Norma).

Manara ha trabajado con los grandes de la historieta -su maestro Hugo Pratt o su colega Moebius- e incluso con Federico Fellini -en Viaje a Tullum, un guion de cine que acabó convertido en cómic- y se ha erigido en una de las figuras fundamentales del noveno arte. Sobre todo, por sus icónicas mujeres. A las que ahora, a sus 74 años, añade una nueva categoría: las heroínas cotidianas.

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