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 Calentamos motores de cara a la celebración de la XII edición del Festival de Cómic Europeo de Úbeda los días 9, 10, 11 y 12 de Mayo con algunas lecturas pendientes y de entre todas ellas, vamos a comentar una que nos ha sorprendido muy positivamente y que además gustará mucho a los seguidores de personajes como Tintín o Blake y Mortimer por la gran cantidad de guiños que aparecen en ella. 


La obra de la que hablamos es El oro del tiempo y nos llega de la mano del guionista Rodolphe (del que actualmente hay pocas obras suyas publicadas en España, pero cuenta con una gran cantidad de ellas en Francia) y del dibujante español Oriol, cuya obra Naturalezas muertas, dedicada al pintor Vidal Balaguer i Carbonel, ya comentamos en la Buhardilla de Venger


Reproducimos en primer lugar una breve sinopsis de la obra proporcionada por la editorial: 


En la mansión de Hugo Reuhman, reconocido historiador y egiptólogo, está teniendo lugar una gran fiesta. Durante esta velada el anfitrión ha conseguido reunir a muchas de las personalidades del París de principios del siglo XX. 


Su amigo Théo Lemoine es testigo durante la fiesta de un robo durante el cual se sustraen copias de cartas de un tal Drovetti. Este antiguo soldado de Bonaparte, convertido en embajador de Francia en El Cairo, habría vendido parte de su colección al Louvre en 1850. Sin embargo, según la lista de objetos, falta el sarcófago que contiene los restos del Sumo Sacerdote Moloch, quien se cree que descubrió el secreto de la inmortalidad. ¿Cuál es la conexión entre estos dos casos? El dúo de amigos se embarcará en peligrosas investigaciones y comprenderá rápidamente que hay otras personas en busca del famoso artefacto. 


La Belle Époque parisina es el marco escogido para esta historia porque fue, según el autor, “la edad de oro del ocultismo y el esoterismo”. También es un escenario propicio para "costumbres antiguas, enigmas y seducciones" (en los campos de la moda, la arquitectura, la decoración, etc.).  

Enriquecida con mil ingredientes de la cultura popular gracias a multitud de referencias literarias y cinematográficas, la trama es rica, intrigante y realmente agradable de leer. Desde Montmartre y el resplandeciente Moulin Rouge, hasta sombrías galerías de museos, se recorren círculos espiritistas muy de moda habitados por una mezcla de personajes históricos y de ficción dan vida a este thriller que coquetea en ocasiones con lo místico. 


Con esta premisa, los autores nos embarcan en una aventura que girará principalmente alrededor del misterioso personaje de Bernardo Drovetti (1776-1852). 


Drovetti fue un diplomático italiano, abogado, militar, explorador, anticuario, y coleccionista con una posición privilegiada durante su estancia en Egipto, lo que le ayuda a obtener permisos especiales para explorar todo el país, comprar reliquias u obtenerlas en “excavaciones arqueológicas”, que más que excavaciones se trataron de saqueos sistemáticos.  


La mayoría de las piezas las acaba vendiendo a Carlos Félix de Saboya en 1824, por la suma de 400.000 liras piamontesas, y constaba de más de mil piezas, entre ellas las grandes estatuas de Amenofis I, de Ramsés II sedente o de Tutmosis II entre otros, que actualmente se exponen en el Museo Egipcio de Turín. Carlos X de Francia también compra gran cantidad de sus piezas en 1827, que sirvieron en parte como base del Museo del Louvre. El último lote de antigüedades fue adquirido por el Rey Federico Guillermo IV de Prusia y donado al museo de Berlín en 1836. 


Un sarcófago desaparecido de esta colección será el objeto que todos los personajes del cómic desean o quieren, aunque no sepan realmente lo que contiene su interior. 


A lo largo de los dos álbumes publicados en Francia y el recopilatorio publicado en España por parte de Norma Editorial, disfrutamos de una gran historia de aventuras al más puro estilo holmesiano. Si el público responde y la serie tiene éxito, los creadores podrían explotar los maravillosos personajes en nuevos casos y sucesos de la época y crear una serie que estaríamos sin duda encantados de devorar. 



Además, Oriol hace un trabajo magnífico en la ilustración recreando y reinterpretando el París de los locos años veinte. Con su estilo poco lineal pero muy pictórico y colorido y con personajes con expresiones faciales a veces muy desdibujadas, es a veces confuso reconocer a los personajes al principio, pero merece la pena porque el dibujante nos presenta una colección de estampas parisinas llenas de violencia, misterio y elegancia con un encanto innegable. Además, resulta muy interesante observar cómo para las escenas teñidas de fantasía o las más agitadas, los fondos se componen solo de áreas planas de color, y se nos presentan con una fuerza absolutamente implacable. 


Con este cóctel de deliciosa narración, ritmo vivo y estética explosiva, el lector no puede sino impacientarse por seguir avanzando en la historia, cargada de suspense, tensión y tintes sobrenaturales. 


Digna es de destacar también la gran cantidad de guiños que encontramos a lo largo de la lectura, sobre todo de series clásicas como son Tintín y Blake y Mortimer, Las siete bolas de Cristal, La Marca Amarilla, el castillo de Moulinsart y también a obras literarias como El Fantasma de la Ópera, Frankenstein y Belphegor: El Fantasma del Louvre. Pequeños detalles que hacen la lectura para los aficionados al cómic mucho más placentera y rica. 

En resumen, este cómic se alza como una de las grandes sorpresas de este 2024, un año de buena cosecha literaria sin duda. 


¿Lo habéis leído? ¿Qué os ha parecido? ¡Os escuchamos! 


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