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Yellow Kid, Superman, Batman, el Capitán Trueno, Roberto Alcázar, Flash Gordon, Little Nemo, el Guerrero del Antifaz… Los grandes personajes de la historia de la novela gráfica tienen cabida en L’esclat dels clàssics y L’inici del còmic a la Península, dos muestras del Museu Valencià de la Il·lustració i de la Modernitat (MuVIM), las cuales se podrán visitar hasta el próximo mes de junio. Ambas exposiciones han sido presentadas en el Centre Museístic de la Beneficència en presencia del diputado de Cultura, Xavier Rius; el director del museo, Rafael Company; y el comisario de las muestras, Enrique Trillas.

«Estas dos exposiciones reafirman la vinculación y el compromiso del MuVIM con el cómic y la novela gráfica», ha apuntado Xavier Rius para referirse a dos proyectos que pretenden recuperar los orígenes del conocido como noveno arte, así como sus primeras manifestaciones en la península. «Hay, por tanto –ha añadido el diputado– una continuidad del relato, una coherencia en la línea museográfica del MuVIM».

A este respecto, Rafael Company ha incidido en que en el MuVIM «somos un hogar natural para el cómic», pero en este caso las muestras se han articulado «alrededor del coleccionismo privado». Se afronta «una doble dimensión, la estadounidense y la española», en una especie de ‘revival’ del cómic donde «la novela gráfica ha ido ganando una presencia enorme en la iconografía y la representación social».

Las dos exposiciones se nutren de piezas únicas de coleccionista muy difíciles de conseguir, porque –como ha explicado Enrique Trilles, comisario de la muestra– «se trataba de un arte industrial y serializado en que la mayoría de los fotolitos se destruían». Las dos exposiciones exhiben ejemplares únicos y, además, excelentemente conservados. «De algunos de ellos sólo se conservan una decena de ejemplares en todo el mundo», ha asegurado Trilles. Hay primeras tiras de Yelow Kid, el personaje con el que comenzó el cómic moderno, según los especialistas. Pero también de Little Nemo o de Flash Gordon. «Las muestras no dejan fuera a ninguno de los grandes creadores ni personajes que han hecho grande al cómic», ha aseverado Trilles.

LA EDAD DE ORO DEL CÓMIC

El cómic moderno o la «historieta» nació como tal en la prensa norteamericana de principios de siglo XX. Es, pues, un arte del siglo XX, como el jazz o el cine. Un arte y una industria, porque la técnica de los cómics siempre se movió entre dos compromisos: el de las pretensiones artísticas y creativas de los autores y, al mismo tiempo, la necesidad de reducir los costes –económicos y temporales– de producción y reproducción mecánica para llegar a la cita diaria y semanal con los lectores de la prensa.

Fue a partir de los años 30 cuando el cómic adquirió plena autonomía: además de seguir apareciendo en forma de tiras, empezaron a proliferar publicaciones independientes que contenían tan sólo estas tiras llamadas «cómicas» con sus propios personajes. Un ejemplo de todo esto es Superman, que apareció en 1938 en la portada de la revista Action Comic y alcanzó tal éxito que pronto protagonizó sus propias historias.

Posteriormente le siguieron otros personajes y, sobre todo, superhéroes a los que la ciencia había conferido poderes extraordinarios: Batman en 1939, Linterna Verde 1940 o Flash, también aparecido en 1040, quien fue el primer superhombre accidental y predecesor de los héroes del futuro universo Marvel. Todo este período de auge, desde los años 30 a mediados de los 50, es conocido ahora como la Edad de Oro del cómic y es el objeto central de la muestra L’eclosió dels clàssics.

LOS SUPERHÉROES HISPANOS

En el vestíbulo del museo se puede visitar L’inici del còmic a la Península, una muestra que hace hincapié en la influencia que tuvieron los cómics de la prensa norteamericana en el Estado español. Las historietas estadounidenses representaron auténticos éxitos de venta, capaces de atravesar fronteras para ser traducidos a diferentes idiomas y adaptados a otras culturas. Embaucados por la influencia americana, aquí se empezaron a crear personajes propios e historias adaptadas al imaginario hispánico. Revistas como TBO –que dio nombre a todo el género– Chicos o Mickey, llenaron de aventuras las mentes de los niños y niñas de varias generaciones.

El estallido de la Guerra Civil también afectó al mundo del cómic, que sufrió los embates de la censura: la victoria franquista diluyó inicialmente los nombres de los héroes estadounidenses, en unos momentos en que el nuevo orden español se alineaba con el fascismo italiano y el nazismo alemán.

Los cómics del Estado español –desde los años treinta hasta la actualidad– habrían sido otra cosa sin la presencia de los grandes personajes americanos, los cuales sirvieron de molde para forjar los héroes más idiosincráticamente hispanos. De hecho, El Guerrero del Antifaz adaptaba los cánones del héroe norteamericano al imaginario patrio. No en vano, apareció en 1944. Personajes como Roberto Alcázar, de Eduardo Vañó, o El Capitán Trueno de Víctor Mora y Ambrós, disfrutaron durante la posguerra de mayor popularidad que muchas estrellas de Hollywood.

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