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Un "suceso aleatorio" ha propiciado una excavación de emergencia en un olivar situado a unos 800 metros al noreste de Kentrí, en Yerápetra, en el sureste de Creta (Grecia), según acaba de informar en un comunicado el Ministerio de Cultura y Deporte de Grecia. Un residente de la zona avisó al Eforato de Antigüedades de Lasithi sobre la presencia de un pozo de 1,20 metros de diámetro y de más de 2,5 metros de profundidad. La excavación arqueológica ha permitido descubrir una misteriosa tumba que, de acuerdo con la tipología de la cerámica hallada en su interior y otras estimaciones iniciales, se podría fechar aproximadamente entre el 1400 y el 1200 a.C., en el periodo tardío de la civilización minoica.

La tumba de cámara está dividida en tres nichos excavados en la tierra. En el extremo sur había un sarcófago intacto con la tapa en su lugar y, en su interior, el esqueleto bien conservado de una persona adulta "en una postura muy contraída", según el comunicado. También se han encontrado 14 vasijas con forma de estribo, conocidas como ánforas de falso cuello, una crátera y un cuenco, entre otras piezas. En el nicho más septentrional había un sarcófago sin tapa y dentro un esqueleto adulto deteriorado, además de otras vasijas. "Todos los jarrones están intactos, presentan una buena calidad artística y una excelente conservación", señala la nota.

El día después de convertirse en la reina de la última edición de los Premios Eisner, la dibujante Emil Ferris (Chicago, 1962) almorzó en un restaurante de tapas en San Diego junto a su editor de Fantagraphics, el sello que le dio la oportunidad de estrenarse en los tebeos. «Brindamos con un buen tinto. Me encanta vuestra gastronomía», se entusiasma al otro lado de la pantalla, mirando a su webcam desde una habitación cuajada de objetos entre hippies y esotéricos. El vínculo con España le viene de sus abuelos, emigrantes que utilizaban el castellano para que ella no se enterase de algunas cosas cuando era pequeña.

En aquellos días se parecía bastante a Karen, la niña-lobo que protagoniza Lo que más me gusta son los monstruos (Reservoir Books, 2018), el debut en la novela gráfica más apabullante de los últimos años y una autobiografía atroz en su honestidad, en la que los monstruos, lejos de atemorizar, funcionan como válvula de escape y refugio. Como su personaje, Ferris atesoraba aptitudes detectivescas, ésas que le hacían esforzarse por descifrar la lengua secreta que se hablaba en su casa. También al igual que Karen, la autora pone los cinco sentidos en encontrar pistas que le ayuden a entender el mundo y a estar en él, una tarea que no le resultó fácil en el pasado, confiesa entre apenada y orgullosa, con un timbre infantil al final de sus palabras.

De una alienación antigua nace esta historia bella hasta el stendhalazo, de narrativa desbordante, insólita a todos los niveles. Se trata del debut en el cómic de una mujer de 55 años y de una obra que rompe por completo con la narrativa secuencial, que le afloja al cómic el corsé que le ha otorgado el artefacto comercial llamado novela gráfica. Un cuento de investigaciones en el que habitan el pulp y la serie B y que estalla de forma sorpresiva, como las burbujas en una olla, que trasciende los renglones de un supuesto cuaderno infantil y que está dibujado a bolígrafo BIC con una maestría espectacular.

La autobiografía se va colando entre las también poco habituales 400 páginas de un tomo ambientado en los últimos años 60 y que ahonda en otros monstruos, los reales: la enfermedad, el racismo, la homofobia y el Holocausto. El premio Pulitzer Art Spiegelman, que ha ejercido de padrino, ha definido a Ferris como «una de las mejores dibujantes de nuestra era», y toda la pléyade de grandes del noveno arte han aplaudido su brillantez.

Cuando por fin la novela salió a la calle, ¿esperaba algo de lo que ha venido después, los elogios y los premios?


    En absoluto. Sé que en los Premios Eisner muchos autores magníficos se han vuelto a casa con las manos vacías. A la mañana siguiente de la ceremonia, me pregunté: ¿qué acaba de pasar? ¿En serio son míos todos esos galardones? Y enseguida me imaginé a Karen recogiéndolos con sus minibracitos y me puse a llorar.


¿Es fácil lidiar con un triunfo repentino de estas dimensiones?
    Cuando la gente empieza a admirar tu trabajo, vives un proceso increíble, porque significa que tu obra está creciendo a través de otros, como una onda expansiva. Lo primero que debes evitar es que lo que crezca con ello sea tu ego. Al contrario, piensas en convertirte en una sirviente de todas esas personas que se han tomado la molestia de leerte. Tu don ya no te pertenece sólo a ti y esto te hace feliz pero también responsable. Conoces a muchos fans que quieren que leas sus historias, pero al final eres una sola persona, y es imposible hablar con todos y decirles que ellos también pueden lograrlo. El triunfo te pone en contacto con tus limitaciones, porque es tu libro el que llega lejos, no tú.


Dice Robert Crumb que el arte emana siempre de una alienación. ¿Está de acuerdo?

    En mi caso fue así. Pero llevar esta historia a puerto también viene de un deseo de zanjar esa alienación, de conectar con la gente. En todo caso, ese dolor antiguo ha sido un cómplice. Pero estoy agradecida de venir de aquellas ruinas, fue lo que viví y lo que me ha llevado a urdir este libro. En ese paisaje devastado me hice más fuerte. Al final, me gusta pensar que yo elegí todas las ocasiones en las que me sentí herida, desesperada, marginada o deprimida. Y que también fui yo la que optó por la belleza o la suerte.

Lo que más me gusta son los monstruos es la obra de alguien que procedía de ninguna parte o, en todo caso, como ella define, de un mundo ruinoso. Antes de convertirse en la autora del año, Ferris tuvo una vida difícil, de terror a veces. Durante un largo periodo de su niñez, estuvo inmovilizada, por lo que se entregó al dibujo. Ya de adulta, trabajó como ilustradora médica, como diseñadora de juguetes del McDonald's, como camarera... Más adelante, otra enfermedad volvió a postrarla, cuando ya era una madre soltera que mantenía a duras penas a su hija de seis años.

Fueron los bolígrafos y el papel, cuenta, los que de nuevo la sacaron de su dolencia y de una vida que no quería. Se matriculó en el Art Institute de Chicago decidida a mejorar su técnica y a rematar la historia que ha estado 10 años queriendo contar. Un trabajo que le ha valido los Premios Eisner, considerados los Oscar del cómic, en sus categorías más importantes: Mejor Novela Gráfica, Mejor Escritor-Artista y Mejor Colorista.

Vivimos en un mundo en el que la felicidad es un negocio, un mundo que le da la espalda al sufrimiento. Usted lo abraza.

 
    Por supuesto, sufrir es parte del regalo de estar vivo. Al dolor hay que decirle 'hola, ¿qué tal?'. En la vida y en el arte. Hoy leía un comentario de alguien que había abandonado una lectura porque presagiaba que el final no sería feliz. Hay libros que me han provocado lloros durante horas después de haberlos terminado pero que, tras la llantina, me han hecho sentirme mejor. Abandonar el confort es una tarea ardua que, sin embargo, merece la pena. Uno de los grandes males de nuestro mundo es que no estamos preparados para apearnos de esa comodidad. Soy madre y cuando una lo es quiere que los niños -los tuyos, los de tus amigos, todos- crezcan lo más felices posible, pero también hay que prepararles para el sufrimiento. 


¿Cuántos niños encuentran consuelo en los monstruos?

 
    No muchos, pero supongo que, en algún momento, todos somos conscientes de la bestia que llevamos dentro. Yo los dibujo desde siempre. A esa bestia mía empecé a quererla muy pronto y luego a ponerle cara y darle su propia historia, esto pese a que no era un monstruo precisamente bueno y que me decepcionaba con demasiada frecuencia. Pero estuvo bien darme cuenta de que por dentro soy una persona peluda y con colmillos, como lo es Karen. Un monstruo entrañable pero feo al que la única concesión femenina que le he dado han sido las pestañas.

La adorable y aguda Karen de la novela funciona, pues, como su alter ego, aunque Ferris matiza que la niña-lobo es más valiente de lo que ella lo ha sido jamás: «Sabe que puede ser diferente y asume el riesgo de serlo. Yo lo hice a mi manera, no con tanta bravura. Me recuerdo, eso sí, jugando a los detectives de pequeña cuando mis amigas querían jugar a las casitas».

Su libro se ha vendido mucho a través de la rareza que implica la idea de que una mujer de más de 50 años debute en el cómic.

 
    Sí, es algo que necesitamos preguntarnos. ¿Por qué esto aún nos llama la atención? Pero, siendo sinceros, vivimos en una estructura en la que las mujeres seguimos dedicando nuestro tiempo al cuidado de los demás. Para cumplir con estas funciones, he tenido que servir en bares o limpiar escaleras. Hubo un día en el que dije: 'Se acabó. Tengo este don y debo aprovecharlo'. Por fortuna, hoy las mujeres estamos triunfando en el cómic y en muchos otros campos. Para que esto suceda, otras muchas se colaron en la fiesta cuando la puerta estaba cerrada y nadie quería compartir el banquete con ellas. Yo he tenido la suerte de encontrármela ya encajada, gracias a ellas y al trabajo de muchos hombres también, pero seguimos en un sistema agresivo que nos limita.

Sensible y apasionada, dos cualidades que se le transparentan enseguida, Ferris sonríe a la webcam cuando se le pregunta por la segunda parte de su libro, que saldrá el próximo verano. De momento, adelanta que mantendrá el boli como aliado y la ficción a borbotones que ha marcado el primero: «Cada historia te dicta cómo ha de ser contada. En este caso, tenía que ser a boli, sobre un cuaderno y sin un orden demasiado lógico. La pintura y la escultura están muy presentes en esta novela. Cuando era niña, solía observar a los personajes de los cuadros y me preguntaba qué les habría pasado antes, qué les sucedería después. Esa imaginación es lo que trato de buscar. La estructura está ahí pero, sobre todo, quería sorprenderme y sorprender al lector, salirme de las líneas, dejarle a él que las rompa también. Mis editores han sido muy respetuosos tanto con esta cuestión como con la extensión de este tomo y de su secuela, en la que el análisis del sufrimiento estará aún más presente».

Al final, el libro es también un relato de superación. ¿Aspiraba a ayudar a los demás?
    Eso espero. Por suerte, noto que los jóvenes hoy están más seguros de lo que yo lo estaba cuando era una quinceañera. Veo muchas más chicas hoy empoderándose como lo hace Karen. En mis tiempos, ese empoderamiento no nos estaba permitido. Deberíamos aprender más de los jóvenes de hoy, me impacta la belleza y la rapidez con la que hallan sus propias historias y sus caminos, su espíritu libre. Ojalá hubiera sido así para mí.

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