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«Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí». El microrrelato de Monterrosso define a la perfección el estado del mundo tras cualquier tregua vacacional. El dinosaurio sigue ahí. Sucede desde que el mundo es mundo, cierto. Tal vez por ello, desde la infancia se nos educa en la necesidad del héroe, o de los superhéroes, capaces de estabilizar el progresivo desorden mundial. Ahora bien, también en esto hay estilos. No es lo mismo Guillermo Brown que Superman. Pero, a decir verdad, ninguno más necesario que aquel en quien Charles de Gaulle advirtió su 'único rival'. Un joven periodista llamado Tintín, nacido de la pluma del belga Georges Remi-Hergé, quien nos regaló veinticuatro álbumes míticos. Un siglo de pervivencia y trescientos millones de copias justifican todo lo más.

Sobre él se han publicado infinidad de estudios. Prevalecen los freudianos que ven en el joven reportero una homosexualidad latente, o una edípica búsqueda del padre en la figura de su inseparable capitán Haddock. Pero, sin duda, el más compatible con esta página es el que firma Pierre Assouline. ¿Y si Tintín implicara un modelo avanzado de resolución de conflictos, frente al uso y abuso de la fuerza propio de los superhéroes Marvel? En los primeros álbumes todavía afectaba el imaginario colonial de la Europa de los años 20, como vemos en 'Tintín en el Congo'. Todo comienza a cambiar con su inmersión en la China de 'El Loto Azul'. Aquí, Tintín desactiva el cliché del peligro amarillo y llega a afirmar: «los pueblos se conocen mal». Conocerlos mejor no le lleva a evadirse, sino todo lo contrario. En sucesivas incursiones desenmascara a las oligarquías del Golfo -'El cangrejo de las pinzas de oro'-, las tensiones de la Guerra Fría, y tanto a las multinacionales o a las mafias norteamericanas como a los dictadores bananeros. Ya en 'El cetro de Ottokar', nos enfrenta a un tirano llamado Müsstler -híbrido de Mussolini y Hitler-. Pese a la ocupación alemana de Bruselas, en 1940, nadie se atrevió a retirarlo de las librerías.

Para Assouline el estilo de Hergé, la línea clara, implica una exigencia ética de alcance político. Intentar resolver los conflictos de una manera inteligente y no creerse jamás un superhéroe. Hoy nos venden en alta definición un mundo donde todo tiende a oscurecerse. ¿Porque ya no quedan periodistas a lo Tintín o porque la línea clara nos parece cosa de niños? Craso error: sus álbumes siguen siendo prescriptivos para lectores de entre 9 y 99 años. Como usted mismo. 


Enlace: https://www.diariovasco.com/opinion/necesitamos-tintin-20180911202118-nt.html

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