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En estos tiempos en que casi nadie se atreve a desafiar a lo políticamente correcto es un placer encontrarse con obras tan bestias, surrealistas, divertidas, marginales, e incluso tiernas, como El mal camino (Fulgencio Pimentel), la nueva e irreverente obra de la saga de la bruja Megg y el gato Mogg (Hechizo total, Oldies, Bahía de San Buho, Melancolía...), del dibujante underground Simon Hanselmann (Tasmania, 1982).

Uno de los cómics más frescos de la actualidad y de los pocos que recuperan ese espíritu subversivo del underground de los años 60 y 70, cuando podía pasar cualquier cosa en las páginas de un cómic. Cuando los dibujantes cuestionaban la sociedad a través de personajes que estaban fuera de ella (que es lo que pasa en esta historia).

Un cómic que el propio autor define como una mezcla entre Todd Solondz, Peter Bagge y Los Simpson. Y en el que, a pesar de que prima la comedia, tampoco faltan episodios depresivos. Y es que, a pesar de que parezcan muy marcianos, estos personajes son alter egos de su autor, que también los usa para hacerse preguntas sobre su vida y volcar sus frustraciones. Y que confiesa que empezó a dibujar cómics como una forma de terapia.

Una sitcom

Y es que la serie es casi como una sitcom televisiva que narra las desventuras de Megg, una bruja depresiva que usa poca brujería y muchas drogas, su novio Mogg (que es un gato que está todo el día fumado) y el búho Búho, sin olvidar personajes como tan divertidos como Werewolf Jones (un hombre lobo), el nigromante Mike y el monstruo asustaniños transexual Moco.

Una comedia generacional que gira en torno a la vida y que narra la convivencia de estos extraños personajes que no paran de consumir drogas y gastarse bromas pesadas, y que no para de ver maratones de series en la televisión. Y cuyo mayor entretenimiento es ir de compras al centro comercial.

Drogas, sexo bizarro, depresión, maravillosos diálogos y continuas sorpresas en uno de los cómics más políticamente incorrectos de la actualidad; y cuya frescura le ha valido el éxito en todo el mundo, pasando de ser un cómic marginal a uno de los más aplaudidos por la crítica y el público de numerosos países. Y cuya temática contrasta con su dibujo naif y casi infantil.

Y con unos personajes que, como Peter Pan, no quieren madurar. A pesar de que eso los conduzca a la autodestrucción.

Búho se va de casa

En este nuevo tomo, El mal camino, Búho decide marcharse de casa, porque está harto de las trastadas que le hacen sus propios amigos. Eso rompe el trío de protagonistas y deja un vacío enorme, sobre todo para Megg y para los lectores. Un acontecimiento que cambiará la vida de Megg y Mogg, pero que dará pie al autor a tratar temas tan serios como las familias desestructuradas, los amores imposibles, las crisis de pareja...

Sin olvidar otros temas, como el precario mercado laboral actual. Uno de los mejores episodios del libro es cuando Megg va a que le renueven la baja laboral por depresión, para poder seguir cobrando el subsidio. Los trucos de Megg para engañar al psicólogo que tiene que aprobar su baja son tan surrealistas que no podemos evitar soltar más de una carcajada.

El mal camino es un libro de transición, marcado por las malas decisiones de sus protagonistas, que parecen abocados al fracaso personal. Una espiral que parece dirigirse a un abismo infinito. Un aviso de que si Megg no deja ese camino que lleva estará abocada al fracaso. Ya veremos cómo sobreviven nuestros protagonistas en los próximos tomos (si es que lo hacen).

El autor más original del momento

Para entender la obra de Simon Hanselmann, hay que conocer su historia: Nació en Tasmania en 1982, hijo de una madre con problemas con las drogas y sin apenas recursos económicos. Lo que le llevó a refugiarse en el dibujo hasta que decidió huir a Londres y luego a Estados Unidos.

Por eso sus cómics son profundamente autobiográficos e incluso él se ha convertido en uno de sus personajes, ya que suele disfrazarse en las entrevistas en las que habla de las cosas más bizarras como el sexo entre hombres y perros. Un marginado que, sin embargo, ha logrado triunfar hablando de sí mismo y de sus problemas. Y cuyos cómcis han entrado en la lista de los más vendidos del New York Times.

Y debido a todas esas dificultades que padeció, Hanselmann está dispuesto a aprovechar la vida a tope, Aunque no tanto como sus desmadrados protagonistas. Por eso confiesa estar enganchado al dibujo, que le permitió soportar los momentos más duros de su vida y que sigue siendo su mejor terapia.

Estamos deseando leer ya las nuevas aventuras de esta fauna que, en el fondo, nos provoca tanta diversión como ternura.

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