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Quiero empezar esta reseña destacando el decisivo papel jugado por la historieta franco-belga y su jefe de filas, Georges Remi, alias Hergé (1907-1983), en la historia del arte contemporáneo. Sobre todo por la creación de un estilo conocido como línea clara, que consiste esencialmente en depurar el dibujo, empleando un trazo lineal continuado para potenciar los ángulos y rechazar toda sombra o volumen susceptibles de alterar la legibilidad del conjunto. El término se acuñó para Hergé, y ha tenido una larga familia de seguidores como Jacques Tardi, Yves Chaland o Vittorio Giardino, si bien Hergé trabajó siempre junto a un grupo de fieles dibujantes entre los que destacaron por méritos propios Edgard P. Jacobs, Bob de Moor y Jacques Martin.

Lo que hace a Hergé un artista de primer orden es una suma de cualidades artísticas: lo logrado de sus personajes, no sólo de los principales, sino también del magnífico elenco de secundarios; lo cuidado de sus localizaciones, el realismo de la ambientación y la documentación minuciosa; el acierto, coherencia y ritmo de las aventuras que se narran; y la sabia combinación de suspense, referencias históricas y humor. Todas juntas levantaron una obra monumental como Las aventuras de Tintín, uno de los iconos culturales más perdurables del siglo XX cuya fama ha sobrepasado ampliamente los límites de las viñetas del cómic para incorporarse al imaginario colectivo. Pocos personajes como este periodista con cabeza redonda, dos puntos como ojos, un característico mechón de pelo rubio y esos desfasados pantalones bombachos han sido capaces de alcanzar tal repercusión. Más de doscientos treinta millones de álbumes se han vendido, traduciéndose en más de cien lenguas y dialectos. Hasta se fabrican carísimos muñecos con su efigie. Son aspectos a tener en cuenta a la hora de analizar el volumen que acaba de editar Zephyrum sobre el papá de Tintín.

Hergé y el Arte, traducido del francés por Francisco J. Ramos Mena, es un libro profusamente ilustrado y estructurado en siete capítulos: George Remi, llamado Hérge: una biografía; el arte del relato en 24 aventuras; galería de personajes; el arte del dibujo, la línea clara; la música y el color frente a la belleza silenciosa del blanco y negro; grandeza del arte menor en Hergé y Hergé y los pintores de ayer y hoy. El volumen coincide con la monumental exposición dedicada en el Grand Palais de París al autor de Tintín en su faceta más artística, abierta hasta el próximo 15 de enero.

Su autor, Pierre Sterckx, de apellido impronunciable, fue su amigo y su consejero en materia de arte contemporáneo. Por esta razón, lo más sugestivo de este libro tan visual sea el apartado de la pintura, quizás uno de los aspectos menos conocido de su biografía, donde se desvela sus gustos artísticos, la evolución de su colección personal y su admiración por Hans Holbein el Joven, Ingres y Joan Miró, entre otros muchos creadores. Una reproducción de un dibujo de Holbein, el retrato de sir James Butler, decoró durante décadas una de las paredes del estudio donde trabajaba. También por algunos de sus contemporáneos, Fontana, Poliakoff, Warhol o Lichtenstein, cuyas obras coleccionó con pasión.

Sterckx aborda también la fase en la que un Hergé ya consagrado en el cómic, a principios de los años sesenta, decidió iniciar una carrera como pintor, para lo que contrató como profesor al pintor abstracto belga Louis Van Lin. De esta etapa, desconocida hasta ahora, pues Hergé optó por olvidarla, surgieron “una treintena de cuadros, todos de buena factura, pero que no aportan nada nuevo a la pintura contemporánea”, por lo que “con gran lucidez, decidió renunciar”, según el autor del libro.

Pero si Hergé y el Arte resulta sumamente interesante por dentro, con interesante información y numerosas ilustraciones, por fuera, como objeto, es una delicia para los amantes de los buenos libros. Merece, y mucho, el esfuerzo económico del aficionado (45 euros), pues cuesta infinitamente menos de lo que vale.

Hergé murió el 3 de marzo de 1983, hace 33 años. Murió el hombre, pero nació el mito. Y dejó un legado impresionante, por lo que proliferan desde entonces las biografías, los análisis y estudios, las tesis doctorales, los programas de televisión, los números especiales de revistas y los libros sobre su persona —les recomiendo también Hergé por él mismo, de Dominique Maricq— y su obra, como sucede con este imprescindible volumen que hará las delicias de todos los amantes del arte, del universo tintinesco y del cómic en general.

Dice Montaigne que solo le importan los libros que le enseñan a vivir y los que le enseñan a morir. Hergé y el Arte es de los primeros. Descúbranlo.


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