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El Museo ABC prosigue su labor de recuperación de los grandes ilustradores españoles buceando en su impresionante archivo. Ahora le toca el turno a Ricardo Summers e Isern (El Puerto de Santa María, Cádiz, 1908-Madrid, 1995), conocido como Serny, pseudónimo con el que firma sus obras, formado por la transposición de su apellido materno. Es uno de los artistas de la llamada Edad de Plata. Hijo de juez, iba para abogado (cursó Derecho, carrera que él mismo se financió), pero desde niño tuvo muy clara su vocación artística. Autodidacta, publicó su primer dibujo en 1922, con tan solo 14 años. Fue en la revista «Buen humor», que dirigía Sileno.

La historiadora y pintora Begoña Summers, nieta de Serny, ha querido que la memoria de su abuelo no se olvide. A él dedicó su tesis doctoral y ahora, días antes de inaugurar una exposición propia en el Ateneo de Madrid, comisaría una muestra con el trabajo de Serny en el Museo ABC, que reúne un centenar de dibujos, acuarelas y gouaches, seleccionados entre las 1.141 obras que hizo para Blanco y Negro, ABC y Gente Menuda. La mitad de las piezas corresponden a ilustraciones de los cuentos de Elena Fortún sobre Celia y Cuchifritín, los hermanos Gálvez de Montalbán, que ya forman parte de la historia cultural y sentimental de este país.

o fue Serny el primero que retrató a Celia, pero sí el que popularizó a la niña rubia más traviesa y célebre de la España de los años 30. En 1932 Serny se hace cargo de las ilustraciones para los cuentos que Elena Fortún publica en Gente Menuda, suplemento infantil de Blanco y Negro. Las aventuras de Celia, Cuchifritín, Matonkiki, las gemelas, don Tomás, Paquito... aparecieron en sus páginas semanalmente durante más de cinco años. En 1935 la editorial Aguilar encargó al dibujante ilustrar los cuentos de Cuchifritín, personaje que muchos identificaban con su hijo Carlos. Pero no era posible, pues el hijo de Serny nació años después que su creación del personaje de Fortún. La Celia de Serny fue recuperada por Borau en 1993 para una serie de TV. Elena Fortún y Serny eran amigos. Según Begoña Summers, su abuelo le contaba a la escritora anécdotas de su infancia (eran seis hermanos) que después incorporaba a los cuentos.

Colaboración de seis décadas con ABC
Tenía 18 años recién cumplidos cuando publicó su primera portada para Blanco y Negro: el 20 de junio de 1926. La última que hizo para ABC fue la conmemorativa del número 25.000 del periódico: el 12 de noviembre de 1985. Justo diez años después, Serny moría a los 87 años.

En esos casi 60 años de colaboración entre Serny y ABC, coincidió con dibujantes de la talla de Rafael de Penagos, Xaudaró, Sancha, Sáenz de Tejada, Sileno, Tauler, Mingote e incluso su sobrino Manuel Summers, a quien adoraba y que murió antes que él. A finales de los 50 Prensa Española le encargó a Serny una gran pintura mural de más de cien metros cuadrados para decorar el vestíbulo de su sede en la calle Serrano de Madrid. Durante un tiempo se conservaron algunos fragmentos en el centro comercial que ocupa actualmente el edificio, pero hoy no queda ni rastro del mural. Serny colaboró con otras publicaciones como «Cosmópolis», «La Estafeta Literaria», «La Codorniz» y «Mundo Hispánico».

Búsqueda de la belleza
Serny anduvo constantemente en busca de la belleza. Hay temas recurrentes que se repiten, casi obsesivamente, en su producción: las mujeres, los niños, el carnaval, el circo, los cafés... Para Serny, «la mujer es lo más bello y más gracioso». Las mujeres de Serny, explica su nieta, «son finas y espirituales, delicadas, contemplativas; nunca se ríen». Las idealiza en su pintura: «Las mujeres de Serny no existen. No son modelos que posan para él en su estudio. Nacen de su imaginación». Su esposa, María del Milagro Dal-Ré, fue su principal musa.

La fructífera carrera de este artista todoterreno, que siempre se sintió pintor por encima de todo, le llevó no solo a ilustrar revistas y periódicos, sino también libros de autores como Shakespeare, Pemán, Bécquer, Rubén Darío, Concha Espina, Galdós, Fray Luis de León, Ortega y Gasset, Cela, Flaubert, Zola, Oscar Wilde... Hasta se atrevió con el Quijote. Diseñó carteles: taurinos, carnavalescos, publicitarios, de cine... Cinéfilo empedernido, de 1929 a 1936 creó alrededor de una treintena de carteles para películas como «El testamento del Dr. Mabuse», de Fritz Lang. También diseñó muebles, decorados, figurines; hizo pinturas murales... Colaboró con la Dirección General de Turismo, fue director de la Agencia de Publicidad de Madrid, formó parte de asociaciones artísticas, participó en tertulias como la del Café Lyon d’Or...

Seguidor de Picasso y de Goya, destaca la comisaria la habilidad y rapidez asombrosas de Serny para dibujar y pintar. «Verle trabajar era increíble», dice su nieta, quien destaca su sensibilidad y su estilo propio, en el que priman la estilización de la línea (menos es más) y el uso del color. Le gustaba trabajar oyendo música de Chopin, Mozart, Debussy... «A mí me enseñaba a dibujar con rotulador, para que no rectificara, y en Navidad siempre me regalaba pinturas», recuerda Begoña Summers.

Miedo a ser fusilado
Durante la Guerra Civil Serny tuvo miedo a ser detenido y fusilado. Le habían amenazado por haber hecho carteles para Acción Popular. Pidió asilo político en la embajada de Francia en el 37 y un año después se marchó a Francia, pero regresaría a España. Padre de seis hijos y con más de 20 nietos, pese a que vivió muy poco tiempo en Cádiz, mantuvo el acento andaluz. Antes de morir pudo ver emocionado cómo su pueblo natal, El Puerto de Santa María, le rendía un sentido homenaje.

Gozó de numerosos e ilustres admiradores. Han dicho de Serny: «Es un excelente pintor que ha sabido hacer de su larga y fecunda existencia un ejemplo de sinceridad creadora y de elegancia personal» (Mario Antolín). «Alumno y profesor de la belleza. Es un pintor tan mayor que prefiere disfrazarse de pintor menor. Hay como un Toulouse-Lautrec detrás del cual no pierde comba un Goya» (César González-Ruano). «¡Ojalá el mundo fuese así, como lo ve Serny! Un mundo de belleza, de elegancia, de nostalgia. Pero no es así. Se lo inventa para vivir en él felicísimo» (José Hierro). «Es el Toulouse-Lautrec de nuestra época» (José Francés).

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