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‘Las madres no tienen la culpa’ (Reservoir Books) es la nueva entrega de los chicos de ‘Paracuellos’, la contundente serie de Carlos Giménez (Madrid, 1941) que cumple cuarenta años, un clásico en blanco y negro de la memoria histórica sobre la vida en los hogares de auxilio que recogían a huérfanos y niños sin posibles tras la Guerra Civil.

Giménez, uno de los nombres clave de la viñeta española, retoma aquí estas historias de toque documental, tragicómico, en una visión desoladora de cómo aquellos chavales escuálidos y ojerosos tuvieron que sacar el máximo partido a su instinto de supervivencia en un escenario de hambre y escasez, poblado de falangistas crispados y religiosos sin mucho sentido de la piedad.

También se ‘aprovecha’ de sus recuerdos de infancia el francés de origen sirio Riad Sattouf (París, 1978), que está llevando a cabo una de las labores más complejamente didácticas: explicar el intrincado paisaje actual de Oriente Medio y Próximo, que el historietista, colaborador del semanario ‘Charlie Hebdo’, vuelca aquí en tonos ocres, mientras que para sus vivencias francesas opta por los azules.

El problema de la religión

En ‘El árabe del futuro’ (Salamandra), que llega ahora a su tercer volumen, Sattouf mantiene bien abiertos los ojos de su yo preadolescente para mostrar las contradicciones de unas sociedades con deseos de modernizarse, aunque el peso de las tradiciones y la religión acaben laminando parte de esos anhelos.

‘La vida es buena si no te rindes’ (Salamandra), de Seth (1962), es pura nostalgia, nostalgia por un mundo pasado que este genial historietista, abonado al género autobiográfico, no llegó a conocer: la América de bonanza de los años cincuenta, llena de supuestas familias felices, de una cultura popular repleta de sencillez y dignidad, a la que este creador se aferra además estilísticamente.

Esta obra gráfica, considerada por la crítica como uno de los hitos de las viñetas del siglo XX, publicada en entregas antes de aparecer como volumen integral en 1996, cuenta el rastreo que el propio Seth hace de la figura de Kalo, un ilustrador de ‘The New Yorker’ con el que el dibujante se obsesiona como espejo de aquella época dorada para las viñetas.

Si hay una narración de adolescencia por excelencia, es sin duda el escalofriante relato de ‘El diario de Anne Frank’ (Debolsillo), la joven alemana de origen judío que junto a su familia se ocultó en un desván de una casa de Amsterdam durante la Segunda Guerra Mundial, hasta que fueron localizados y asesinados por los nazis.

El cineasta Ari Folman y el dibujante David Polonsky, la pareja israelí creadora del premiado film de animación ‘Vals con Bashir’, son los encargados de esta adaptación gráfica de uno de los documentos más demoledores de la literatura, en el que dotan a su protagonista de una sensibilidad que le acercará a los lectores más jóvenes.

Inspirados también en hechos reales, parte esencial de la leyenda negra española de principios del siglo XX, el trío formado por Miguel Ángel Parra (Barcelona, 1978), Iván Ledesma (Barcelona, 1977) y Jandro González (Valencia, 1985) han compuesto ‘La vampira de Barcelona’ (Norma).

Se trata de una recreación gráfica en sepia de las andanzas de Enriqueta Martí, una mujer que murió en extrañas circunstancias en la cárcel, donde había ingresado acusada de secuestrar y matar niños cuyos cuerpos utilizaba, según las crónicas, para la preparación de ungüentos que vendía a la alta burguesía barcelonesa.

Las teorías conspirativas, recogidas en esta intrigante obra, apuntan a que esas familias movieron los hilos adecuados para salir indemnes de los asesinatos.

Mucho menos siniestros, pero igualmente marcados a fuego en el imaginario popular de los amantes del cómic, están ‘Los grandes inventos del TBO’, que el genial historietista Ramón Sabatés (Barcelona, 1917-2003) ideó para la mítica cabecera infantil.

Ediciones B publica un volumen integral con unas contundentes 608 páginas que casi requieren un atril para disfrutar de los artilugios salidos de la cabeza en forma de bombilla del profesor Franz de Copenhague, entre 1942 y 1988

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